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La huelga del 9 de abril de 1958. Sus consecuencias

Fecha: 

04/2023

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Boletín Revolución

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Entre las concepciones estratégicas de Fidel Castro Ruz para organizar la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista estuvo siempre la insurrección armada y la idea de culminarla mediante una huelga general que al paralizar el país impidiera cualquier maniobra del enemigo para llevar a la práctica un golpe de Estado que imposibilitara la toma del poder por el pueblo.

En el «Manifiesto al pueblo de Cuba» en el punto 6 así lo puntualizó: «La Huelga General Revolucionaria como punto culminante y final de la lucha». (1)

En la carta fechada el 17 de septiembre de 1955 y remitida a Carmen Castro Porta del Frente Cívico de Mujeres Martianas le expresó: En dos renglones se sintetiza nuestra concepción sobre la única forma posible e incontrarrestable de derrocar la Dictadura: Insurrección armada, secundada por una huelga revolucionaria y un sabotaje completo de todos los medios de comunicación del país en el momento de la acción. (2)

Estas declaraciones no son más que la continuación de las conversaciones sostenidas por Fidel con algunas de las dirigentes de Frente Cívico de Mujeres Martianas en los últimos días del mes de junio de 1955, en el pequeño apartamento de la calle 23, entre 18 y 20, en el Vedado.

Avanzada ya la lucha en Cuba en las montañas orientales y en la clandestinidad en las ciudades, ¿qué sucedía en la capital de la república en los últimos meses de 1957 y los primeros de 1958, que creó la ilusión en los militantes del MR-26-7 en el llano que estaban creadas las condiciones objetivas y subjetivas para intentar desencadenar la tan anhelada huelga que pondría fin a la dictadura?

El 22 de octubre 1957 se produjo la fuga del Castillo del Príncipe de 11 combatientes clandestinos que estaban presos en este lugar. Entre los que estaba Sergio González López, El Curita, uno de los más importantes jefes de los grupos de acción del Movimiento en La Habana; el 8 de noviembre en horas de la noche estallaron cien bombas en la capital. Este hecho fue coordinado por él y Gerardo Abreu, Fontán, jefe de las Brigadas Juveniles y Estudiantiles, se realizaron acciones de sabotaje con fósforo vivo a comercios, paraderos de ómnibus, talleres fábricas, etc. El 25 de enero de 1958 se produjo la voladura de uno de los grandes tanques de gasolina de alto octanaje (400 000 galones) en la refinería Esso Belot, de la trasnacional norteamericana Standard Oil Company.

El 4 de febrero de 1958 se dio un importantísimo paso en la organización en el llano de las fuerzas del Movimiento. El comandante René Ramos Latour, Daniel, comunicó a los comandantes provinciales de las milicias urbanas del MR-26-7, la puesta en función del reglamento mediante el cual se transformaban los grupos de acción y sabotaje en una organización con estructura militar jerarquizada, procedimientos disciplinarios y su sistema de grados.

El 7 de febrero de ese mismo año, era apresado, torturado vilmente y asesinado Gerardo Abreu en la ciudad de La Habana. El día 8 arribó por las costas de Nuevitas procedente de La Florida el yate Scapade con los principales dirigentes del Directorio Revolucionario.

El 23 de febrero en un acto audaz y temerario se produjo el secuestro del as mundial del automovilismo el argentino Juan Manuel Fangio, invitado para participar en la carrera del día siguiente con la que el tirano pretendía demostrar que en Cuba todo marchaba bien. La acción se produjo en el hotel Lincoln donde este se alojaba, en la acción participó un pequeño grupo armado. La operación fue planeada por Faustino Pérez Hernández y ejecutada por un comando del Movimiento a las órdenes de Oscar Lucero Moya (Noel González).

El 24 de febrero, aunque este hecho no se produjo en la capital, salió al aire, por primera vez desde la Sierra Maestra Radio Rebelde, para mantener informado al pueblo sobre las acciones bélicas que se desarrollaban en el Primer Frente, lo que vendría a romper la censura que mantenía la dictadura y también permitió que se escuchara en el país y en el extranjero, sobre todo en América Latina, la verdad de Cuba de lo que estaba ocurriendo en el país.

Las acciones continuaron en La Habana cuando el 3 de marzo un comando de Ifraín Alfonso Liriano, Cheché, comandado por Bernardo Juan Borrell, Motica, ajustició en La Habana, a uno de los más despreciables chivatos (delator, informante) de la policía de la dictadura batistiana Boris Kalmanovich conocido por el polaco.

Esas acciones llevaron al convencimiento a la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio en el Llano, en La Habana que, por el grado de organización alcanzado por el Frente Obrero, la Resistencia Cívica y las Milicias urbanas, unidos a los éxitos del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, estaban creadas las condiciones objetivas para convocar a la huelga general, la cual, unida a acciones de sabotaje en pueblos y ciudades darían al traste con la dictadura y se tomó la decisión de realizarla. Pero una de las principales dificultades radicaba en que en esos momentos aún no se había logrado consolidar un frente único con el resto de las organizaciones obreras. Por lo tanto, el Frente Obrero Nacional estaba integrado en casi su totalidad por compañeros del MR-26-7. Y este sería el designado para llevar a cabo la huelga general.

Estos fueron algunos de los sucesos que conformaron la atmósfera política y revolucionaria en el ámbito urbano, y que le fue presentada a Fidel en la reunión efectuada entre los días 10 al 13 de marzo de 1958 en El Naranjo en la Sierra Maestra por los miembros de la Dirección Nacional del Movimiento
en el Llano: Faustino Pérez Hernández, Marcelo Fernández Font, Haydee Santamaría Cuadrado, David Salvador Manso, José Antonio Aguilera Maceiras, y Vilma Espín Guillois.

Con ese propósito, se redactó en la Sierra Maestra un Manifiesto al Pueblo de Cuba, de 21 puntos, que firmaron el día 12 de marzo de 1958 el comandante
Fidel Castro Ruz y Faustino Pérez Hernández, como delegado de la Dirección Nacional del MR-26-7 y su coordinador en la ciudad de La Habana, donde se
daban orientaciones al pueblo. Entre estas se señalaba el plan final de la lucha que culminaría el proceso insurreccional mediante la realización de la huelga general. Aunque Fidel no estaba muy convencido de que la situación en ese momento estaba madura para llevarla a cabo, se comprometió a darle todo el apoyo del Ejército Rebelde, el que realizaría acciones en los distintos frentes para contribuir al éxito de esa acción.

El 9 de abril se convocó a la huelga y el MR-26-7 orientó a todas sus células obreras y de acción paralizar todos los centros de trabajo del país. Realmente se produjeron paros obreros, profesionales, patronales, sabotajes, acciones armadas en gran parte del territorio nacional, pero la evaluación subjetiva que se realizó, fundamentalmente por la dirección del Movimiento en La Habana, en cuanto a las posibilidades de éxito de la huelga, trajo como consecuencia que antes, durante y después de esta, entre noventa a cien combatientes perdieran la vida en ese intento, incluyendo la muerte de los principales cuadros y valiosos compañeros de la organización en la provincia de La Habana y Pinar del Río: Alcides Pérez, Gerardo Abreu, Fontán (7 de febrero), Sergio González, El curita (8 de marzo), Arístides Viera González, Mingolo, José Alemán, Oscar Lucero, Enrique Hart, Marcelo Salado (9 de abril), que eran cuadros importantísimos de la clandestinidad y promesas en desarrollo, que ya habían demostrado su extraordinario valor. Como consecuencia directa se produjo la desarticulación de la estructura organizativa de la Dirección Nacional del Movimiento en la capital de la república.

El 10 de abril Marcelo Fernández Font contactó con los compañeros de Oriente para informarles sobre la marcha de la huelga. Les puso en su conocimien-
to que según lo planeado, se había iniciado el día 9 a las 11 de la mañana. Pero valoraba que el impacto de la acción que se trató de dar no tuvo todo el
éxito esperado. Les informó sobre el asalto a la armería en la calle Lamparilla donde murieron compañeros del Movimiento, así como que la misión de las milicias se concentró en tirotear el transporte y los comercios abiertos. Y les recomendaba la necesidad de que Oriente mantuviera la huelga, ya que en La Habana se estaba haciendo el máximo esfuerzo. En honor a la verdad, los milicianos no contaban con armamento suficiente para enfrentar a las fuerzas de la tiranía, el asalto a la armería fue un intento funesto para obtener armas.

La impotencia cundió, sobre todo entre los militantes de esta ciudad, después del terrible y doloroso fracaso de la huelga, en la que tantas esperanzas se
habían cifrado y en la que estaban convencidos de que podían triunfar. Como era de esperar, muchos compañeros culparon del fracaso a los dirigentes,
en particular a la Dirección del Movimiento en la capital. Ese estado de ánimo se reflejó en la carta fechada el 3 de octubre de 1958, enviada por Faustino Pérez Hernández a Armando Hart Dávalos, en esos momentos prisionero en Isla de Pinos, donde le expresó: Nos dimos a la tarea de trabajar con vistas a las fechas elegidas del 1 y 5 de abril señaladas en el Manifiesto, que parecían operar como una prolongación de la agonía de un régimen con convulsiones de moribundo. Nosotros opinamos que la fecha mejor era el lunes 31 de marzo, pero al plantearle la fecha a los compañeros de Santiago, estos consideraron la conveniencia de esperar unos días más, naciendo de ahí la fecha del 9 de abril. Fue uno de los errores que contribuyeron a un fracaso que no tuvo por qué ser, los otros más graves aún, consistieron en los mecanismos tácticos inadecuados y contraproducentes que pusimos en práctica
para convocar y producir la huelga. Así vimos después muy claramente, cómo una organización que alcanzó eficiencia no funcionó porque no le dimos oportunidad (...) y en una fecha en que ya la «ola climática» iba en franco descenso.

Sorprendimos a nuestros propios cuadros organizados (obreros, de Resistencia, estudiantiles y hasta de acción). Así se pasmó la huelga de La Habana y sus consecuencias trágicas han sido incalculables. Porque no solo se había frustrado una oportunidad de derrocar la tiranía y quedaban de nuevo las calles de la Capital y el suelo de toda Cuba empapadas en sangre generosa, sino que dejó en la opinión pública y hasta en muchos dirigentes revolucionarios, la impresión falsa de que la estrategia mantenida hasta entonces de Huelga General e Insurrección Armada no era la correcta, tomando cuerpo hasta dentro de nuestra militancia el clamor de la unidad y la tesis de la guerra de los ejércitos. (3)

Continuaba señalando: En verdad, jamás creí en la posibilidad de lo que he visto, y ese es uno de nuestros principales errores de apreciación al considerar la sierra como un gran foco de rebeldía con extraordinaria importancia simbólica, pero sin calcular sus posibilidades militares. Aún recuerdo que le dije
a Fidel cuando vine con Mathews que lo importante era que ellos no pudieran ser destruidos, que se metieran en el fondo de una cueva, pues bastaba que se supiera que él permanecía para nosotros poder hacer el resto en el llano. Hoy me alegro de que no me hiciera caso. (4)

¿Si en ese momento se acababa de realizar la apertura del Segundo y Tercer frentes, si Camilo con un pequeño grupo de combatientes aguerridos hostigaba a las tropas de Batista en los llanos del Cauto, si el tirano mantenía prácticamente intacto su poderío militar, si no se había consolidado el trabajo del Frente Obrero Nacional (FON), el Movimiento de Resistencia Cívica, (MRC), las Milicias Urbanas del MR-26-7 y el Frente Estudiantil Nacional (FEN)
estaba todavía en proceso de consolidación, ¿cuáles eran realmente las posibilidades de derrocar a la dictadura mediante esa huelga a principios del año
1958?

¿Estaban en abril de 1958 creadas las condiciones para derrocar a Batista? ¿Había perdido el ejército batistiano en ese momento la iniciativa estratégica
en la guerra? ¿Estaban los altos mandos del ejército batistiano convencidos de que no podrían acabar con el ejército guerrillero y su Comandante y líder?
¿Si no se había consolidado la relación con otras fuerzas representantes de una parte importante de la clase obrera, es evidente que la apreciación de la
Dirección Nacional del Llano estuvo permeada de subjetivismo, y especulaciones.

Después del fracaso de la huelga y conociendo el estado de ánimo del compañero Faustino Pérez, el 25 de abril de 1958 Fidel le envió con Marcelo Fernández una carta donde le expresó: No existe razón alguna para que pese sobre ti más amargamente que para cualquiera de nosotros el revés sufrido. Tienes que saber ser grande para afrontar la injusticia y ser valiente para soportar el dolor moral, sin dejarte llevar por los consejos del amor propio. La calidad de un hombre no puede medirse sino en instantes como estos. Y quien tenga sangre de luchador nada puede amar tanto como a los momentos
difíciles. (5)

En el análisis posterior que Fidel realizó sobre el fracaso de la huelga de abril señaló: La movilización del pueblo para la huelga tiene una técnica propia a la cual hay que ajustarse y que está reñida con el secreto, el rigor y la sorpresa que exigen las acciones armadas. Mientras el éxito de una acción armada puede depender de muchos factores imponderables, la movilización del pueblo cuando hay conciencia revolucionaria llevada a cabo con métodos correctos
es infalible y no depende de eventualidades... El paro general tenía un extraordinario ambiente, pero el Comité de Huelga cometió un error fundamental al supeditar la movilización de las masas a la acción sorpresiva de las milicias armadas, a la seguridad de estas acciones, de carácter sorpresivo, se sacrificó la movilización del pueblo (...) La huelga es el arma más formidable del pueblo en la lucha revolucionaria, y la lucha armada debe supeditarse a ella. No se
puede llevar al pueblo a una batalla, como no se puede llevar a un ejército, si no se le moviliza adecuadamente para el instante de acción, y eso ocurrió el 9 de abril; además, el día escogido no coincidió con la máxima tensión que tuvo lugar al inicio del mes (...) El error no volverá a repetirse: a la huelga general no hemos renunciado como arma decisiva de la lucha contra la tiranía; sabemos esperar y esperar el momento oportuno; entonces nuestro Ejército Rebelde será mucho más poderoso, las milicias estarán mejor armadas y entrenadas y podrán prestar a la huelga un respaldo decisivo en
todo el país. (Y con su característico optimismo afirmó): Se perdió una batalla pero no se perdió la guerra. (6)

Después del fracaso de la huelga Faustino Pérez y Marcelo Fernández decidieron en La Habana subir a la Sierra Maestra y explicarle a Fidel las causas del fallido intento y la valoración que hizo de esta la Dirección Nacional en el Llano. Una vez que Fidel leyó el informe de Marcelo, consideró que era insuficiente y entendió ventajoso reunirse con toda la Dirección del MR-26-7 del Llano. En la reunión participaron: Faustino Pérez Hernández, Ariel, René Ramos Latour, Daniel, Vilma Espín Guillois, Déborah, Antonio Torres Chedebeau, Ñico, Luis Buch, Celia Sánchez, Norma, Marcelo Fernández Font, Zoilo, Haydee Santamaría, Carin, David Salvador Manso, Ángel/Mario y más tarde, el mismo día 3 se les unió Enzo Infante Uribazo, Bruno. Como invitado especial de Fidel estuvo el comandante Ernesto Guevara, Che.

Sobre esa reunión el comandante Guevara: escribió: Durante todo el día 3 de mayo de 1958, se realizó en la Sierra Maestra, en los Altos de Mompié, una reunión casi desconocida hasta ahora, pero que tuvo importancia extraordinaria en la conducción de la estrategia revolucionaria. Desde las primeras horas
del día, hasta las 2 de la mañana, se estuvieron analizando las consecuencias del fracaso del «9 de Abril» y el porqué de esa derrota y tomando las medidas necesarias para la reorganización del Movimiento y la superación de las debilidades consecuentes a la victoria de la dictadura (...) La reunión fue
tensa, dado que había que juzgar las actuaciones de los compañeros del Llano, que hasta ese momento, en la práctica, habían conducido los asuntos del 26 de Julio. En esa reunión se tomaron decisiones en las que primó la autoridad moral de Fidel, su prestigio y el convencimiento de la mayoría de los revolucionarios allí presentes de los errores de apreciación cometidos. La Dirección del Llano había despreciado la fuerza del enemigo y aumentado subjetivamente las propias, esto sin contar los métodos usados para desencadenarla. Pero lo más importante, es que se analizaban y juzgaban dos concepciones que estuvieron en pugna durante toda la etapa anterior de conducción de la guerra. La concepción guerrillera saldría de allí triunfante, consolidando el prestigio y la autoridad de Fidel y nombrando Comandante en Jefe de todas las fuerzas incluidas las de las milicias que hasta esos momentos estaban supeditados a la dirección del llano y Secretario General del Movimiento. (7)

(...) Como puede apreciarse de los acuerdos emanados de esta reunión, ella tuvo una importancia capital, por fin quedaban dilucidados varios problemas concretos del Movimiento. En primer lugar, la guerra sería conducida militar y políticamente por Fidel en su doble cargo de Comandante en Jefe de todas las fuerzas y Secretario General de la Organización. Se seguiría la línea de la Sierra, de la lucha armada directa, extendiéndola hacia otras regiones y dominando el país por esa vía y se acababa con algunas ilusiones de pretendidas huelgas generales revolucionarias cuando la situación no había madurado lo suficiente para que se produjera una explosión de ese tipo y sin que el trabajo previo tuviera características de una preparación conveniente para un hecho de tal magnitud. (8)

Las conclusiones del Che expresan uno de los saldos positivos dejados por la Huelga del 9 de abril: aprender de esas experiencias para no cometer los
mismos errores en el futuro.

Notas:

1- Fondo Fidel Castro Ruz. Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia de la República, documento no. 96. Este manifiesto fue firmado en la Sierra Maestra el 20 de febrero de 1957.

2- Carmen Castro Porta: La lección del Maestro. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990, p. 93.

3- Faustino Pérez Hernández: Carta al Dr. Armando Hart Dávalos, Sierra Maestra, 3 de octubre de 1958. Fondo Faustino Pérez, archivo de la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia de la República (OAHPR).

4- Ibídem.

5- Carta de Fidel a Faustino Pérez Hernández. Fondo Fidel Castro, OAHPR.

6- Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia de la República. Fondo Lucha Clandestina, caja 30, file 35 y «Declaraciones de Fidel al periodista Javier Rodríguez, a través de Radio Rebelde, a una emisora radial venezolana desde la Sierra Maestra», citada en: Fidel Periodista, Editorial Pablo de la
Torriente Brau, La Habana, 2016, pp. 203-204 (compilación de Ana Núñez Machín).

7- Ernesto Guevara de la Serna: Pasajes de la Guerra Revolucionaria. Editora Política, La Habana, 1997, pp. 243-244.

8- Ibídem, pp. 247-248.