Tras las huellas de Fidel (III): Dong Ha, una ciudad de la zona liberada de Viet Nam del Sur
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- Tras el histórico viaje de Fidel a Vietnam en 1973, la periodista Magali García Moré, fue reconstruyendo el recorrido del Comandante en Jefe y publicó en el periódico Granma una serie de trabajos que, del 12 al 15 de septiembre, reproducimos en Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas.
Dong Ha se abre a la noche como una flor luminosa. Esta ciudad de la provincia de Quang Tri fue hasta ayer puerto obligado de las naves estadounidenses y títeres que descargaban armas, mercancías y hombres para perpetrar la más bárbara y canalla agresión llevada a cabo contra pueblo alguno. Hasta hace solo unos meses la bota enemiga hollaba este suelo. Hace apenas unos días la Revolución Cubana, en la persona de su líder máximo trajo a los vietnamitas del sur el saludo de una nación que en el otro hemisferio encuentra en este pueblo una lección de lucha y de victoria.
Se ha hecho de noche y las luces de la ciudad se reflejan en las aguas del río Hian Giang. Hay un movimiento inusitado de transeúntes a esta hora temprana y a pesar de la fina llovizna que cae a intervalos irregulares, los habitantes de Dong Ha se reunen ante la heladería, o ante la librería o ante la oficina de información, confiriéndole un aire particularmente alegre a la ciudad. Con esta grata imagen en la pupila dormiré mi primera noche en territorio liberado.
A la mañana siguiente, durante el recorrido por la semidestruida ciudad nos acompaña Tran Muong Tac, presidente del Comité Revolucionario, quien acompañó al Comandante Fidel Castro y a la delegación cubana por estas mismas calles, mostrándoles los brutales y criminales ataques de que fue objeto, así como los éxitos alcanzados hasta este momento en la reconstrucción de la ciudad. Tiendas de campaña y casitas de bambú brindan un alojamiento provisional a los habitantes de Cong Ha, mientras se levanta un amplio restaurante y el mercado, a cuya inauguración asistimos días después.
El compañero Thag habla con profunda emoción de los sentimientos de alegría con que recibió el pueblo del sur esta visita, a la vez que nos guía hasta la oficina de información, donde está montada una sencilla pero amplia exposición, con las fotos tomadas a los visitantes cubanos en su recorrido por la ciudad. Para él y para los integrantes del Comité Revolucionario que nos acompañan el hecho de que un dirigente como Fidel Castro haya visitado las zonas liberadas reviste un carácter excepcional y es una muestra de los entrañables lazos que unen a nuestros pueblos.
Nos encaminamos hacia la entrada de la ciudad, donde tres puentes reciben al viajero que llega a Dong Ha. Uno construido por los franceses, totalmente inutilizado; otro norteamericano, actualmente en reparaciones, y el tercero, de pontones, que armó el poder revolucionario después de la liberación de la provincia. Enfilamos nuestros pasos hacia el puente donde puede leerse una placa con la siguiente inscripción: “Built By M.C.B.-62” y donde laboran febrilmente decenas de overos día y noche, para hacerlo transitable. Y pensamos que las manos que se tienden en el camino para estrechar las nuestras son un hermoso elemento de enlace entre pueblos que hablan un lenguaje común de lucha contra el imperialismo. El viaducto tiene 144 metros de largo y consta de 6 secciones, de las cuales fueron destruidas 4. Así como 2 de sus pilares. Desde el pasado 15 de julio se trabaja para culminar la otra en este mes de octubre.
Al informarnos del compromiso establecido por los obreros, Tran Tan Dat, responsable de la construcción expresa que “la visita del compañero Fidel Castro a este puente fue un gran estímulo a los trabajadores”. Y en su franca sonrisa y el fuerte apretón de manos con que sella sus palabras nos trasmite que para ellos también será un recuerdo imborrable.
Ahora subimos una atalaya emplazada en el centro de la ciudad. Desde sus 23 metros de altura domina un espectáculo único: junto a las ruinas de la destrucción comienza a surgir una nueva vida. Esta torre, construida por los colonialistas franceses, señala el punto donde comienza la histórica carretera número 9 y junto a su base están los restos de dos tanques yanquis modelos M-18 y M 48, que fueron capturados por las tropas revolucionarias durante la contraofensiva desatada por los títeres después de la liberación. La atalaya es pues, todo un símbolo. Ella sintetiza el fracaso de las fuerzas imperialistas en dos momentos de la historia de Viet Nam: el colonialismo francés y el neocolonialismo norteamericano.
Para ratificarlo, 13 metros más arriba ondea sobre nuestras cabezas, al limpio aire de la mañana, la bandera de un pueblo libre. Aquí encontramos hecho realidad el pensamiento del Presidente Hoy Chi Minh de que “No hay nada más hermoso que la independencia y la libertad”.