Un Foro que late desde la izquierda
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Era julio de 1990 y las campanas del mundo sonaban a réquiem por la muerte del llamado «socialismo real». El neoliberalismo ganaba espacio y sobre las fuerzas de izquierda caía la más honda incertidumbre.
«Se dejó de hablar de socialismo en América Latina. Se dejó de hablar de imperialismo. La Unión Soviética desapareció y todo parecía indicar que se había constituido, para siempre, el sistema social del capitalismo. Los partidos comunistas se dividieron. Todo el mundo empezó a hablar de otra manera. Cuba se había quedado sola ondeando las banderas del socialismo».
En medio de aquel contexto de zozobra, recuerda José Ramón Balaguer Cabrera, jefe del Departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido, surge el Foro de Sao Paulo.
Aquel acto fundacional, fruto de las ideas compartidas por el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro y Luiz Inácio Lula da Silva — entonces dirigente del Partido de los Trabajadores y futuro presidente brasileño—, ha demostrado, a juicio de Balaguer, su trascendencia.
«Permitió crear un ambiente en el cual las fuerzas de izquierda, entonces desplomadas, pudieran intercambiar, discutir, analizar y tener un horizonte diferente al pesimismo que sobre ella se posó».
Desde el punto de vista histórico, el Foro, reitera, «fue sumamente necesario y ha confirmado sus posibilidades de mantener a la izquierda en constante discusión, de unirla para articular una acción encaminada a impedir que sobre América Latina se desarrolle el dominio absoluto del imperio norteamericano».
Pese a las vicisitudes, reconoce Balaguer, este mecanismo ha llegado hasta hoy sobre la base del diálogo, el respeto, sin aferrarse a modelos únicos y sus filas se han nutrido con más de un centenar de organizaciones, de más de una veintena de países.
El XXIII Encuentro del Foro, que tendrá lugar en Nicaragua entre los días 15 y 19 de julio, se realiza, en su opinión, en condiciones muy difíciles. Y habrá que volver, indefectiblemente, a la génesis de un mecanismo que ha incidido en los destinos políticos de América Latina y el Caribe.
Cierto es, desde su punto de vista, que a esta reunión llegamos con una conciencia diferente a la que pudo existir en aquellos momentos iniciales. La región ha vivido sucesos trascendentes que han impactado en su balance de fuerzas, si bien la arremetida de la derecha, «bien asesorada» desde el norte, pretende revertir el impulso del progresismo.
Balaguer, quien preside la delegación cubana que asistirá a la cita, rememora entonces los acontecimientos que han reconfigurado la historia a favor de la izquierda.
Repasa la significación de la Revolución Bolivariana y el legado de su Comandante Hugo Rafael Chávez Frías; la aparición de una Revolución Ciudadana en Ecuador, con Rafael Correa; la llegada de un presidente indígena a Bolivia. También destaca lo hecho en Brasil, en Argentina, aunque hoy el entorno sea distinto.
Con todo ese empuje, dice, brotó un sentimiento de confianza en el futuro, y nació un proyecto de integración regional, totalmente inédito, que se materializó con la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Pero en la medida que crecen las posibilidades de una América Latina más fuerte, alerta Balaguer, crece la presión norteamericana y su voluntad de impedirlo. Así lo demuestran los golpes de Estado en Venezuela, Honduras; los intentos golpistas en Ecuador, Bolivia; lo sucedido en Brasil, Argentina, los actuales ataques contra la Revolución Bolivariana…
«Se trata, como ha denunciado el General de Ejército, de un proyecto de guerra no convencional para impedir que en América Latina existan gobiernos que puedan enfrentar el dominio de los Estados Unidos sobre nuestros países».
Esa es, subraya, la situación actual. Pero en todo ese trayecto histórico, de desplomes o momentos cumbre, «no ha dejado de estar el Foro de Sao Paulo, discutiendo, analizando y consolidando esa integración, que es el objetivo estratégico de nuestras naciones.
«En esta reunión, el objetivo principal, puntualiza, es lograr la unidad de las fuerzas de izquierda, de los partidos y movimientos progresistas, de los que consideran que es necesario un sistema diferente al capitalismo para salir de la pobreza, de la explotación inicua que las grandes trasnacionales, el sistema financiero internacional y los Estados Unidos ejercen sobre nuestros países».
EL IMPOSTERGABLE CONSENSO
América Latina y el Caribe no pueden postergar los esfuerzos que sean capaces de hacer en pos de la unidad. Y en esa dirección estarán enfocados, al decir de Balaguer, los objetivos principales del Foro.
Precisa que previo a la reunión, los partidos y organizaciones han discutido el documento Consenso de Nuestra América, una propuesta que parte de la lógica de que nadie conoce mejor las realidades concretas de sus respectivos procesos que las fuerzas políticas que los protagonizan.
El documento «realiza una aproximación histórica al tema de la unidad de las fuerzas revolucionarias, a la necesidad de la incorporación de un programa que trascienda la coyuntura electoral y defina en cada uno de nuestros países los pasos para la toma del poder y al construcción de nuevas sociedades, soberanas, antimperialistas, solidarias».
No nos referimos, acota Balaguer Cabrera, a un manual o conjunto de tesis que normen la actividad revolucionaria, pues nada más ajeno a la práctica política de la Revolución Cubana y al pensamiento de su líder histórico, Fidel Castro.
Ese derecho a la autodeterminación será uno de los mensajes que llevará la delegación cubana, la cual reafirmará el apoyo a Venezuela y la solidaridad con su proceso, así como con todos los que pretenden llevar a adelante la integración de América Latina y el Caribe.
Cuba también abogará, de acuerdo con Balaguer, «por la unidad como única vía para fortalecernos y mostrará la visión de país que deseamos: una sociedad independiente, democrática, socialista, soberana, próspera y sostenible».
Y añade que la celebración del Foro en Nicaragua constituye un reconocimiento a la Revolución Sandinista y al pueblo nicaragüense. También se les rendirá homenaje al Che, uno de los imprescindibles cuando se hable de la historia latinoamericana, y a la Revolución Socialista de Octubre, acontecimiento que cambió el rumbo del mundo.
FIDEL Y EL LEGADO DE LA INTEGRACIÓN
«Entre los inconmensurables ejemplos que Fidel dejó como herencia a los revolucionarios de América Latina y el Caribe, destacan dos que han sido determinantes en las luchas de nuestros pueblos, partidos y movimientos. Estos son la unidad y el internacionalismo consecuente».
Así se explicita al inicio del Consenso de Nuestra América, en un intento por resumir el legado de quien siempre tuvo la capacidad de ir al futuro y volver.
Para ilustrarlo sobrarían los ejemplos. Balaguer se permite evocar solo un fragmento del discurso de Fidel, pronunciado en La Habana durante la clausura del IV Encuentro del Foro de Sao Paulo, el 24 de julio de 1993.
«Ya quisiera Europa, que pasó cinco siglos guerreando entre sí, tener las cosas en común que tenemos los latinoamericanos y los caribeños; sin embargo, trabaja por la integración, trabaja por la unidad (…).
«¿Qué menos podemos hacer nosotros y qué menos puede hacer la izquierda de América Latina que crear una conciencia en favor de la unidad? Eso debiera estar inscrito en las banderas de la izquierda. Con socialismo y sin socialismo. (…) aun como países capitalistas, ningún porvenir tendríamos sin la unidad y sin la integración».
Lo dicho por Fidel, coincide Balaguer Cabrera, deviene antecedente invaluable que encierra el objetivo estratégico de América Latina y el Caribe. «Fidel fue un artífice de la ética martiana. Su concepto de Revolución enuncia, punto por punto, los valores que deben tener los revolucionarios».
Valores que, tanto en el seno del Foro como en cualquier otro escenario, deben continuar animando a la unidad e integración de la izquierda regional.