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Motivado por los expedicionarios del Granma el pueblo se vistió también de verde olivo

Data: 

02/12/2010

Fonte: 

Sitio Web Radio Angulo

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El ultimo día de la travesía la mar no estaba serena podría hasta hundirse una embarcación de poca capacidad como el yate Granma, y que llevara, como ocurrió realmente, más pasajero de los permitidos pero los hombres enrolados pensaron más en la dimensión del empeño que en la propia vida.

En el discurso pronunciado el 2 de diciembre del año 2001, en ocasión del aniversario 45 del desembarco de los expedicionarios del yate Granma en 1956, Fidel Castro, el jefe de la expedición revolucionaria, resumió la proeza en unas pocas y emotivas palabras: “De los que participamos en aquel episodio, solo unos pocos, por caprichos del azar, hemos tenido el raro privilegio de vivir hasta hoy y continuar luchando”.

De noche salieron de Tuxpan, México, y Fidel recuerda que después del rescate de unos de los expedicionarios divisaron “tierra con las primeras luces del amanecer y un grupo de boyas luminosas donde la costa oriental, viniendo de Santiago, dobla hacia el norte en dirección a Manzanillo”.

Los expedicionarios l legaron de madrugada a playa Las Coloradas, en la costa sur de la región oriental de Cuba. El desembarco se produciría después de un trayecto en el que tuvieron que vencerse mil 235 millas náuticas. Así se cumplió la promesa de Fidel de que “en el 56 seremos libres o mártires”.

No era la primera vez que un grupo de cubanos se hacía a la mar rumbo a su isla para liberarla. Los enemigos directos eran otros y los nombres de los protagonistas cambiaban, pero la esencia era la misma, la lucha armada contra los opresores, y si antes fueron los colonialistas españoles ahora era el ejercito del dictador Fulgencio Batista, respaldado por el gobierno de Estados Unidos, que en su prepotencia imperial vía a Cuba y al resto de la América Latina como un gran traspatio generador de recursos y ganancia.

En el discurso por el 45 aniversario del desembarco del yate Granma, Fidel también refirió que el estado de animo de los expedicionarios era de gran inquietud al conocer lo que ocurrió en Santiago de Cuba: “Las noticias publicadas del levantamiento del 30 de noviembre, que debía producirse después y no antes, de nuestro arribo, ocurre a la inversa”.

Dos días después el yate encalló cerca de la orilla y comenzó el desembarco de los 82 expedicionarios con su armamento. Caminaron durante casi dos horas por un terreno pantanoso, cuando al fin llegaron a tierra firme comenzó el fuego de las tropas enemigas. Los revolucionarios fueron atacados y acribillados por tierra y aire. Una acción conjunta de las fuerzas terrestre y aérea.

El líder de la Revolución Cubana dijo que los hombres estaban muy cansados y desde hacia siete días no ingerían alimento. “No hace falta dramatizar lo que obviamente fue dramático, pero soportable para hombres dispuestos a ser libres o mártires…” Hombres que después se harían muy familiares y queridos por el pueblo tripulaban el Granma.

Entre ellos Ernesto Guevara, el inolvidable Che, que vino a defender el verde caimán junto al “profeta de la aurora”, como definió a Fidel, y Camilo Cienfuegos, el último en ser aceptado en la expedición y después el primero en el combate hasta convertirse en el Señor de la Vanguardia y protagonista junto al revolucionario argentino de la invasión de Oriente a Occidente.

De México a Cuba fue para muchos de los expedicionarios el retorno a la lucha y para los más jóvenes el bautismo de fuego. Aunque todos tenían un único propósito: llegar y enfrentar al enemigo, ascender a lo alto y después descender, combatiendo siempre hasta vencer. De los 82 quedaron doce que se fueron haciendo fuertes en la Sierra Maestra hasta la victoria definitiva con el concurso del pueblo cubano, que desde el inicio de la lucha armada se vistió también de verde olivo.