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Seguirá ganando batallas

Yo conocí a Fidel a través de Radio Habana Cuba, hace muchísimos años. Era entonces un fanático de la onda corta y no me perdía ninguno de sus discursos, especialmente los del Día Internacional de los Trabajadores.
 
Nunca imaginé que fuera él mi primer televidente en el programa Dossier. Un día el embajador cubano en Venezuela me dijo: «Escríbele a Fidel». «¿A Fidel?», le pregunté. «Fidel debe tener cosas más importantes que leer que una carta mía», le contesté.  
 
Bueno, lo hice, pero por respeto no le escribí en la computadora, sino a mano, como lo viejos caballeros, y me olvidé de eso. Entonces, un buen día llegó un sobre de manila enorme, de tamaño extra oficio y cuando lo abrí: ocho páginas manuscritas por Fidel.  
 
Empezaba diciendo: «Querido Walter, tendrás que disculparme por mi mala caligrafía, porque en el accidente de Santa Clara, que tú mostraste con tanto detalle, me tuvieron que reconstruir el brazo, así que no puedo escribir como en los viejos tiempos. Seré breve, como de costumbre».  
 
Fue tan breve que eran aquellas ocho páginas por ambos lados. Una carta que yo atesoro como una condecoración. Y en ella decía al final: «Te veo todas las noches en el Canal 8 y luego te vuelvo a ver en Telesur y, cuando no puedo, te mando a grabar». Esa es una de las cosas más entrañables que atesoro. En mi larguísima carrera periodística lo considero el máximo honor, entre todos los que he recibido.
 
 Cuando lo conocí personalmente y luego de largas conversaciones en privado, una de las cosas que más me impresionó fue que aquel hombre, a quien uno veía a la distancia, gigantesco, podía ser paternal, cálido, cercano y sin protocolo.  
 
Fidel es el hombre que donde puso sus palabras, puso sus hechos. Nunca aplicó esa famosa dicotomía de los malos políticos o malos líderes, que por un lado va lo que digo y por otro lo que hago. Hay una frase, no recuerdo de quién, pero que lo pinta: «Hay que vivir como se piensa, para no terminar pensando cómo se vive». Siempre hubo una absoluta coherencia entre su decir y su accionar. Actuó con la misma coherencia con lo que magistralmente hablaba.
 
 Yo soy bastante duro, he estado en seis frentes de guerra, pero hoy no puedo contener las lágrimas. No lloraba así desde que murió mi padre en Uruguay. Fidel sabe que, como muchos otros, yo me he disputado su paternidad y él me la ofreció.  
 
Por él es que aún estoy vigente en la trinchera y seguiré en ella hasta que Dios y la medicina cubana me den salud. Como el Cid Campeador, Fidel después de muerto seguirá ganando batallas. (1)
 
1- Entrevista concedida al periodista Alaín Jiménez durante el homenaje póstumo a Fidel y firma del libro de condolencias en la embajada cubana en la República Bolivariana de Venezuela. Caracas, 29 de noviembre  de 2016

Fonte: 

"Yo conocí a Fidel"

Data: 

Terça, Novembro 29, 2016 - :