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Primera Declaración de La Habana: “No nos queda ninguna duda de que la patria vencerá”

Fidel en la Primera Declaración de La Habana. Foto: Raúl Corrales
Fidel en la Primera Declaración de La Habana. Foto: Raúl Corrales

Data: 

02/09/2020

Fonte: 

Cubadebate

Autor: 

Discurso pronunciado por Fidel Castro en la Magna Asamblea Popular celebrada por el pueblo de cuba en la Plaza de la República, el 2 de septiembre de 1960.

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 Ciudadanos:
 
Resulta evidente que cada uno de ustedes, desde el sitio en que se encuentran, no puede tener una idea siquiera de la inmensidad de la muchedumbre que se ha reunido en la tarde de hoy. Es un verdadero mar humano, que se pierde de un extremo a otro de la Plaza Cívica.
 
Para nosotros, los hombres del Gobierno Revolucionario, que hemos visto muchas reuniones del pueblo, esta es de tal magnitud que no deja de impresionarnos profundamente, y que nos hace ver la enorme responsabilidad que ustedes y nosotros llevamos sobre nuestros hombros.
 
    El pueblo se ha reunido hoy para discutir importantes cuestiones, sobre todo de orden internacional.  Pero, ¿por qué no ha quedado apenas nadie en su casa?, ¿por qué ha sido esta la más grandiosa reunión que ha celebrado nuestro pueblo, desde el triunfo de la Revolución?  ¿Por qué?  Porque nuestro pueblo sabe lo que está defendiendo, nuestro pueblo sabe la batalla que está librando.  Y como nuestro pueblo sabe que está librando una gran lucha por su supervivencia y por su triunfo, y puesto que nuestro pueblo es un pueblo batallador y un pueblo valiente, por eso están aquí presentes los cubanos.
 
Y es lástima que hoy, cuando vamos a discutir aquí las mismas cuestiones que se discutieron en Costa Rica, no estuvieran aquí sentados los 21 cancilleres de América. Es lástima, es lástima que no se encuentren presentes para que tuvieran la oportunidad de ver al pueblo que condenaron en la reunión de Costa Rica. Es lástima que no se encuentren presentes para que pudieran comparar cuán distinto es el lenguaje diplomático de las cancillerías y el lenguaje de los pueblos.
 
Allá, desde luego, habló nuestro canciller en nombre de nuestro pueblo. Pero, los que lo escuchaban, en una parte considerable de los allí reunidos, no estaban representando a sus pueblos.  Si allá, en Costa Rica, se hubiesen reunido hombres que representaran el interés verdadero y el sentir verdadero de los pueblos de América, sobre todo de los pueblos de América Latina, jamás se habría articulado una declaración como la que pronunciaron contra los intereses de un pueblo de América, y contra los intereses de todos los pueblos hermanos de América.
 
    ¿Y qué se estaba discutiendo allí? Se estaba jugando allí con el destino de nuestra patria; se estaba cohonestando allí las agresiones a nuestra patria; se estaba afilando allí el puñal que en el corazón de la patria cubana quiere clavar la mano criminal del imperialismo yanki.
 
Pero, ¿por qué querían condenar a Cuba? ¿Qué ha hecho Cuba para ser condenada? ¿Qué ha hecho nuestro pueblo para merecer la Declaración de Costa Rica? ¡Nuestro pueblo no ha hecho otra cosa que romper las cadenas! Nuestro pueblo no ha hecho otra cosa, sin perjudicar a ningún otro pueblo, sin quitarle nada a ningún otro pueblo, que luchar por un destino mejor. Nuestro pueblo no ha querido otra cosa que ser libre; nuestro pueblo no ha querido otra cosa que vivir de su trabajo, y nuestro pueblo no ha querido otra cosa que vivir del fruto de su esfuerzo; nuestro pueblo no ha querido otra cosa que sea suyo lo que es suyo, que sea suyo lo que es de su tierra, que sea suyo lo que es de su sangre, que sea suyo lo que es de su sudor.
 
    Los cubanos no han querido otra cosa sino que sean suyas las  determinaciones que guían su conducta; ¡que sea suya, y suya solo la bandera de la estrella solitaria que ondea en nuestra patria!
 
Que sean suyas sus leyes; que sean suyas sus riquezas naturales; que sean suyas sus instituciones democráticas y revolucionarias; que sea suyo su destino; y que ese destino no tiene derecho a interferirlo ningún interés por poderoso que sea, ninguna oligarquía y ningún gobierno por poderoso que sea.
 
Y debe ser nuestra la libertad, porque la libertad nos ha costado muchos sacrificios conquistarla; y debe ser nuestra y plena la soberanía, porque por la soberanía ha venido luchando nuestro pueblo desde hace un siglo; y debe ser nuestra la riqueza de nuestra tierra y el fruto de nuestro trabajo, porque por eso se ha tenido que sacrificar mucho nuestro pueblo; y todo cuanto hay aquí creado lo ha creado el pueblo; y todo cuanto hay aquí de riqueza, lo ha producido nuestro pueblo con su sudor y su trabajo.
 
Nuestro pueblo tenía derecho a ser un día pueblo libre; nuestro pueblo tenía derecho a regir un día sus propios destinos; nuestro pueblo tenía derecho a contar un día con gobernantes que no defendieran los monopolios extranjeros, con gobernantes que no defendieran intereses privilegiados, con gobernantes que no defendieran a los explotadores, sino con gobernantes que pusiesen los intereses de su pueblo y de su patria por encima de los intereses del extranjero voraz; con gobernantes que pusiesen los intereses del pueblo, los intereses de sus campesinos, los intereses de sus obreros, los intereses de sus jóvenes, los intereses de sus niños, los intereses de sus mujeres, los intereses de sus ancianos, por encima de los intereses de los privilegiados y de los explotadores.
 
    Cuando la Revolución llega al poder el 1ro de enero de 1959, hace poco más de año y medio, ¿qué había en nuestra patria?; ¿qué había en nuestra patria como no fuesen lágrimas, sangre, miseria y sudor?; ¿qué había para nuestros campesinos en nuestra patria?; ¿qué había para los niños en nuestra patria?; ¿qué había para los trabajadores en nuestra patria?; ¿qué había para las familias humildes en nuestra patria?; ¿qué había imperado hasta ese día en nuestra patria?  Había imperado la explotación más inhumana; había imperado el abuso, había imperado la injusticia; había imperado el saqueo sistemático de los fondos públicos por los políticos rapaces; había imperado el saqueo sistemático de las riquezas nacionales por monopolios extranjeros; había imperado la desigualdad y la discriminación; había imperado la mentira y el engaño; había imperado el sometimiento a los designios extranjeros; había imperado la pobreza.
 
Cientos y cientos de miles de familias vivían sin esperanzas en sus humildes bohíos; cientos y cientos de miles de niños no tenían escuelas; más de medio millón de cubanos no tenían trabajo, y los cubanos negros tenían menos oportunidad que nadie de encontrar trabajo; los guajiros vivían en las guardarrayas; los obreros cañeros trabajaban solo unos meses al año, y pasaban hambre, ellos y sus hijos, el resto del tiempo. El vicio, el juego, y todos sus análogos, imperaban en nuestro país; era explotado el agricultor; era explotado el pescador; era explotado el trabajador; era explotado el pueblo en su inmensa mayoría.

¿Por qué querían condenar a Cuba?
 
Para el pueblo no se hacía nunca nada; para el pueblo no se levantaba ninguna medida de justicia, para librar al pueblo de su hambre, para librar al pueblo de su pobreza, para librar al pueblo de su dolor y su sufrimiento; para librarlos a ustedes, ciudadanos cubanos, para librarlos a ustedes, hombres y mujeres, ancianos y niños, para librarlos a ustedes, a esta inmensa multitud que aquí se reúne, para librar a la nación cubana, para hacer algo por ella, para hacer algo en bien de ella, no se hacía absolutamente nada.
 
Y el pueblo tenía que soportar impotente; el pueblo tenía que pagar los alquileres más altos del mundo en nuestra patria; el pueblo tenía que pagar las tarifas eléctricas más altas del mundo en nuestra patria; el pueblo tenía que pagar los servicios telefónicos de acuerdo con los intereses de una compañía extranjera que le arrancó concesiones a un gobierno tiránico, cuando la sangre de nuestra heroica juventud estudiantil estaba aún caliente en los pavimentos del Palacio Presidencial.
 
En las reservas monetarias de la nación quedaban solamente 70 millones; nuestro país, en comercio desigual con Estados Unidos, había pagado en 10 años 1 000 millones de dólares más de los que ellos nos habían pagado a nosotros por nuestros artículos. No había fábricas, ¿quién iba a poner las fábricas para los cientos de miles de cubanos que estaban sin trabajo? No había planes de agricultura; no había planes de industria, ¿quién se iba a preocupar por poner industrias? ¿Y el pueblo, qué podía hacer?, ¿qué podía hacer el obrero azucarero?; ¿qué podía hacer el obrero cañero?; ¿qué podía hacer el trabajador?
 
Al trabajador no le quedaba más que su mísero salario; al trabajador no le quedaba más que el pedazo de pan que escasamente podía llevar a sus hijos hambrientos. Las ganancias se las llevaban los monopolios extranjeros, las ganancias las acumulaban los poseedores...; las ganancias las acumulaban los intereses que se nutrían a costa del trabajo del pueblo. Y ese dinero, o se guardaba indefinidamente en los bancos, o se invertía en todo género de lujos, o, principalmente, marchaba al extranjero.
 
    ¿Quién iba a poner las fábricas para los cientos de miles de cubanos que estaban sin trabajo?  Y como la población cubana crecía, y como cada año más de 50 000 jóvenes arribaban a la mayoría de edad, ¿de qué iban a vivir?  ¿De qué iba a vivir la población creciente de nuestra patria?  ¿De qué iban a vivir los campesinos, los hijos de los campesinos, cuando ellos no tenían ni trabajo ni tierra?  ¿De qué iba a vivir una población que se multiplicaba, y cuyo crecimiento humano era mucho mayor que el crecimiento de su industria y de su economía?
 
El pueblo carecía de todas las oportunidades.  ¡Ah, el hijo del campesino, o el hijo de un obrero, el hijo de una familia humilde cualquiera, muy difícilmente podía aspirar a llegar a ser algún día un profesional, un médico, un ingeniero, un arquitecto o un técnico universitario! Había hijos de familias pobres que, a costa de extraordinarios sacrificios, podían llegar a los estudios superiores, pero la inmensa mayoría de los hijos de nuestras familias muchas veces no tenían oportunidad siquiera de aprender las primeras letras, y había regiones enteras de Cuba donde nunca habían visto un maestro.
 
Nuestro pueblo no tenía acceso sino al trabajo, ¡si lo encontraba!  Para nuestro pueblo quedaba siempre lo peor; para nuestro pueblo no había nunca un campo de recreo; para nuestro pueblo no había nunca una calle; para nuestro pueblo no había nunca un parque, y había muchos pueblos donde si había algún parque, a unos ciudadanos —los ciudadanos negros—, no los dejaban pasear en ellos.
 
Eso fue lo que encontró la Revolución al llegar al poder:  un país económicamente subdesarrollado, un pueblo que era víctima de todo género de explotación. Eso fue lo que la Revolución encontró después de una lucha heroica y sangrienta.  Y las revoluciones no se hacen para dejar las cosas como están; las revoluciones se hacen para rectificar todas las injusticias.
 
Las revoluciones no se hacen para proteger y apañar privilegios; las revoluciones se hacen para ayudar a los que necesitan ser ayudados; las revoluciones se hacen para implantar la justicia, para ponerle fin al abuso, para ponerle fin a la explotación.  Y nuestra Revolución se hizo para eso, y con ese fin cayeron los que cayeron.  Y para lograr ese propósito se hicieron tantos sacrificios.
 
    La Revolución venía a arreglar la patria; la Revolución venía a hacer lo que hacía mucho tiempo que cada cubano estaba pidiendo que se hiciera.  Cuando cada cubano analizaba impotente la vida de nuestro país y el cuadro en que se desenvolvía la vida nacional, siempre decía una cosa:  “Esto hay que arreglarlo, hace falta que esto se arregle; hace falta que algún día esto se arregle.”  Y los más optimistas decían: “Algún día esto se arreglará.”
 
Por arreglar a su país venían luchando desde hace mucho tiempo los cubanos. Pero había una fuerza muy poderosa que nos impedía arreglar nuestro país. Esa fuerza era la penetración imperialista de Estados Unidos en nuestra patria; esa fuerza fue la que frustró nuestra plena independencia; esa fuerza fue la que no dejó penetrar a Calixto García y a sus bravos soldados en Santiago de Cuba; esa fuerza fue la que impidió al ejército libertador hacer la revolución en los inicios de la república; esa fuerza fue la que determinó, desde los primeros momentos, los destinos de nuestra patria; esa fuerza fue la que permitió el apoderamiento de los recursos naturales y de las mejores tierras de nuestra patria, por intereses extranjeros; esa fuerza fue la que se arrogó el derecho a intervenir en los asuntos de nuestro país; esa fuerza fue la que aplastó cuantas revoluciones trataron de hacerse; esa fuerza fue la que se asoció siempre a todo lo negativo, a todo lo reaccionario y a todo lo abusivo que había en nuestro país.  Esa fuerza fue la que impidió que en nuestra patria se hubiera hecho una revolución antes.  Y esa fuerza es la que nos trata de impedir que nosotros arreglemos a nuestro país ahora.
 
Esa es la fuerza que mantuvo a la tiranía; esa fuerza fue la que entrenó a los esbirros de la tiranía, la que armó a los soldados de la tiranía, la que facilitó armas, aviones y bombas al régimen tiránico, para mantener a nuestro pueblo en la peor opresión. Esa fuerza ha sido el enemigo principal del desarrollo y del progreso de nuestra patria; esa fuerza ha sido la causa principal de nuestros males; esa fuerza es la que se empeña en que la Revolución Cubana fracase; esa fuerza es la que se empeña en que los criminales de guerra vuelvan, en que los explotadores vuelvan, en que los monopolios vuelvan, en que los latifundios vuelvan, en que la miseria vuelva, en que la opresión vuelva a nuestra patria.
 
Las revoluciones se hacen para rectificar las injusticias

Fidel en la Primera Declaración de La Habana. Foto: Raúl Corrales

Los cubanos tienen que ver con mucha claridad que el imperialismo, que es esa fuerza a que nos referíamos, trata de impedir que nuestro pueblo alcance su pleno desarrollo; tienen que comprender que esa fuerza no quiere que ustedes, los cubanos, puedan alcanzar un estándar de vida más alto; no quiere que sus hijos se eduquen; no quiere que nuestros obreros perciban el fruto de su trabajo; no quiere que nuestros campesinos perciban el fruto de su tierra; no quiere, en fin, que nuestro pueblo pueda crecer, que nuestro pueblo pueda trabajar y que nuestro pueblo pueda tener un destino mejor.
 
Nuestro pueblo no había tenido oportunidad hasta hoy de comprender estas grandes verdades. A nuestro pueblo le ocultaban la verdad, a nuestro pueblo lo engañaban miserablemente, a nuestro pueblo lo mantenían dividido y confundido. Nuestro pueblo no había tenido oportunidad nunca de discutir estos problemas de tipo internacional; el pueblo no sabía una palabra de lo que conversaba el embajador norteamericano con los gobernantes; el pueblo no sabía una palabra de lo que tramaban los cancilleres; el pueblo no contaba para nada; al pueblo no se le reunía para darle cuenta de sus problemas; al pueblo no se le reunía para orientarlo, al pueblo no se le reunía para decirle la verdad. Los destinos de nuestros pueblos eran decididos en la cancillería norteamericana; nuestro pueblo no contaba para nada en los destinos del país.
 
    ¿Podía Cuba seguir resignada a esa suerte?  ¿Podían los cubanos seguir soportando aquel sistema? ¿Qué han hecho los cubanos?  Lo único que han hecho los cubanos es rebelarse contra todo eso; lo que han hecho los cubanos es liberarse de todo eso.
 
En su empeño de hacer fracasar la Revolución, comenzaron por calumniarla, comenzaron por hacer una campaña contra ella en todo el mundo, para aislarnos de los pueblos hermanos del continente y para que el mundo no supiera lo que nuestra Revolución estaba realizando.
 
Después, cuando fracasaron los intentos de desacreditar a la Revolución, de dividir a la Revolución, y de frenar a la Revolución, comenzaron las agresiones más o menos directas, comenzaron los bombardeos a nuestros cañaverales, comenzaron las incursiones aéreas sobre nuestro territorio, continuaron las maniobras para dejarnos sin petróleo, y concluyeron agrediendo nuestra economía y arrebatándonos casi un millón de toneladas de nuestra cuota azucarera.
 
Esa era una política agresiva contra nuestro país; era un acto que violaba el derecho internacional; era un acto que constituía una agresión económica a un país pequeño, a fin de hacerlo desistir en su propósito revolucionario; era una agresión económica para obtener un resultado político. La nación más pequeña había sido agredida; la nación pequeña había visto sus campos bombardeados e incendiados por aviones que procedían de Estados Unidos.
 
Era lógico que en cualquier reunión de cancilleres no se fuese a condenar a Cuba; era lógico que en cualquier reunión de cancilleres se condenase a Estados Unidos por sus agresiones a un país pequeño. Lo absurdo era que el país pequeño fuese a ser condenado por los cancilleres, precisamente para servir los designios del poderoso país agresor.  Y eso es lo que vamos a discutir hoy en esta asamblea general nacional del pueblo de Cuba.
 
    En primer lugar, ¿por qué es esta una asamblea general del pueblo?  ¿Qué quiere decir esto de una asamblea general del pueblo?  Quiere decir, en primer lugar, que el pueblo es soberano, es decir que la soberanía radica en el pueblo y que de él dimanan todos los poderes. El pueblo de Cuba es soberano. Nadie podría discutir que aquí está representada la mayoría del pueblo; nadie podría discutir que aquí está representado el pueblo. En los anales de la historia de nuestra patria jamás se reunió semejante multitud; en los anales de la historia de nuestra patria jamás se vio un acto semejante; en los anales de la historia de América jamás se reunió semejante multitud; en los anales de la historia de América jamás se vio un acto semejante.
 
Los cubanos podemos hoy hablarle a América; los cubanos podemos hoy hablarle al mundo. Aquí no se ha reunido un grupito de “sargentos” políticos; aquí no se ha reunido un puñadito de mercenarios; ¡aquí se ha reunido hoy el pueblo! Los que quieran saber lo que es un pueblo reunido, ¡que vengan y vean esto!; los que quieran saber qué es un pueblo democrático, ¡que vengan y vean esto!; los que quieran ver lo que es un pueblo rigiendo sus propios destinos, ¡que vengan y vean esto!; los que quieran saber qué es una democracia, ¡que vengan y vean esto!
 
Nosotros hoy podemos hablarle a América y al mundo, porque le hablamos con la palabra...  Podemos hablarle a América y al mundo, porque no habla un grupo de hombres que diga representar a un pueblo, como hablaron los que dijeron representar allí a los pueblos hermanos de América. ¡Podemos hablarle a América con la voz, con la aprobación y con el apoyo de una nación entera!  Y los que en América, los que en América digan que hablan en nombre de sus pueblos, ¡que reúnan a sus pueblos! Los que en América dicen que representan a los pueblos y que fueron allá, a Costa Rica, a hablar en nombre de sus respectivos pueblos, ¡que reúnan a sus respectivos pueblos!  Los que en América, los que en América se llaman demócratas, ¡que reúnan a sus pueblos, como lo hemos reunido nosotros hoy aquí, para tratar con sus pueblos los problemas de América!
 
Y para que los acuerdos de cualquier congreso internacional tengan validez, es necesario que cuenten con la aprobación del pueblo. Si ellos quieren que nosotros acatemos los acuerdos de Costa Rica, ¡que los sometan a la aprobación de sus respectivos pueblos!
 
Es un principio, es un principio elemental de derecho público, que ningún canciller puede comprometer a su país en actos de derecho internacional, si ese acto no cuenta con la aprobación del pueblo. Un representante de cualquier país no va a una reunión internacional por su propio derecho. Nadie tiene derecho por su propia cuenta a comprometer la conducta internacional de un país, y los que van sin representar a los países, a comprometer la conducta de los países, no comprometen tal conducta.
 
Todo acto que se haga por encima de la voluntad soberana de los pueblos, es un acto nulo, carece de validez.  Por tanto, la validez de la declaración de Costa Rica depende no de los cancilleres, depende de los pueblos, y al pueblo de Cuba no le pueden venir con el cuento de que esa declaración tenga validez, porque ellos dicen representar a los pueblos, ¡no!, a nosotros hay que probarnos que ese es el sentimiento de los pueblos.
 
Y nosotros le pedimos al gobierno de Venezuela, al gobierno de Perú, al gobierno de Chile, al gobierno de Argentina, al gobierno de Brasil, al gobierno de Ecuador, al gobierno de Costa Rica; es decir, les pedimos, respetuosamente, a los gobiernos de América que convoquen a sus pueblos en asamblea general y les sometan la Declaración de Costa Rica.  
 
    Y que no digan, que no digan que no pueden; ¡estamos hablando democráticamente, estamos hablando democráticamente!, porque nosotros sí podemos hablar de democracia; nosotros sí que enseguida reunimos al pueblo y que el pueblo decida. Porque, ¿por qué el Presidente de Venezuela no reúne al pueblo? Nosotros invitamos respetuosamente al Presidente de Venezuela a que reúna en Caracas al pueblo de Venezuela y le someta la Declaración de Costa Rica.  Nosotros invitamos, respetuosamente, al Presidente de la Argentina a que reúna en Buenos Aires, en asamblea general, al pueblo de la Argentina y le consulte, como nosotros lo estamos haciendo aquí, sobre la Declaración de Costa Rica.
 
Nosotros invitamos, respetuosamente, al gobierno de Uruguay a que reúna en la capital de su país al pueblo de Uruguay y lo consulte sobre la Declaración de Costa Rica.  Nosotros invitamos, respetuosamente, al gobierno de Chile a que reúna en la capital —¡no, ustedes no digan nada!  ¡Vamos a esperar a ver si lo reúnen!—, que reúnan al pueblo de Chile en la capital y lo consulten sobre la Declaración de Costa Rica.
 
Invitamos, así, al gobierno de Perú, al gobierno de Ecuador, y ya no hablar, por supuesto, del gobierno de Nicaragua, o de Guatemala, o de Paraguay, porque ya eso es una broma, ya eso es una broma.  ¡No, no voy a hablar de esos gobiernos tiránicos, como el de Nicaragua ni el de Paraguay, no, no!  ¡Vamos a hablar de esos que se llaman gobiernos democráticos y democracia viene de pueblo!  ¡Democracia quiere decir gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo!

Gobierno del pueblo
 
Y el que no reúna al pueblo, el que no reúna al pueblo, ¡ese no es demócrata!; el que no consulte al pueblo, ¡ese no es demócrata!  ¡Para ser demócrata hay que consultar al pueblo! Y esta sí que es una representación, porque aquí no hay “pucherazo”, ni hay fraude, ni hay voto comprado, ni hay sargento político, ni hay maquinaria, ni hay botella, ni hay nada; ¡esto sí es puro! Esta sí que es una democracia limpia de impurezas, limpia de impurezas, es una democracia verdaderamente “pasteurizada”. Y que no nos digan que la otra es más democracia que esta; que la democracia del sargento político, del “pucherazo”, de la botella, de la politiquería, del soborno, de la compra de conciencias, de la coacción, de la maquinaria política, es más pura que esta.
 
    ¿Puede haber algo más puro que una reunión de todo el pueblo? ¿Alguien le pagó al pueblo para que viniera? El que vino aquí y está pasando el trabajo que están pasando ustedes, porque nosotros sabemos que en una multitud apretada son muchas las personas que se desmayan, y son muchas las personas...
 
Nosotros sabemos la sed que ustedes están pasando, nosotros sabemos el sacrificio que ustedes están haciendo.  Cuando cualquiera de ustedes viene desde tan remotos lugares como la provincia de Oriente, o la provincia de Camagüey, o de Las Villas, o de Matanzas, o del interior de La Habana, o de los barrios más apartados de la capital, viene aquí, se está horas y horas y permanece a pie firme, hace todos esos sacrificios, lo está haciendo absolutamente espontáneo, lo está haciendo de manera absolutamente espontánea.
 
Cada uno de ustedes siente que ese es su deber y viene aquí porque entiende que ese es su deber, y que ustedes tienen deberes grandes con su patria, y que ustedes tienen que defender su patria, y que ustedes tienen que poner el nombre de su patria bien alto, y que ustedes tienen que levantarse contra la calumnia.
 
Y porque ustedes saben, ustedes saben que tenían que enviarles un mensaje a los pueblos hermanos de América, y porque ustedes saben que tenían que darle una respuesta a la Declaración de Costa Rica, y porque ustedes saben que el pueblo entero debía decir presente, porque es un pueblo consciente de sus deberes, porque es un pueblo que siente cómo está realizando un gran rol histórico, que siente cómo está defendiendo una causa muy noble, que siente cómo se ha convertido en la antorcha de 200 millones de seres humanos que padecen hoy las mismas cosas que ustedes estaban padeciendo antes aquí.
 
¡Ah!, ¿qué quiere decir eso? Que el pueblo marcha unido, porque el pueblo sabe que sus intereses son los que cuentan, que su voluntad es la que cuenta, que en su patria hoy no se hace absolutamente nada, como no sea para su bien.
 
    Y así deben ser todos los gobernantes, todos los gobernantes deben existir para hacerle el bien a su pueblo, ¡no para robar, no para saquear, no para vender a su pueblo, no para traicionar a su pueblo!
 
Y por eso, por eso nosotros, que sí podemos hablar en nombre de la democracia, es que planteamos esto, y se lo planteamos a los gobiernos de América, y nosotros esperamos que no se ofendan por esto, porque nosotros no les estamos planteando nada malo, nosotros no les estamos planteando nada más, que reúnan al pueblo y que todo el pueblo reunido diga la última palabra sobre la Declaración de Costa Rica, y si el pueblo no le da su aprobación, ¡la Declaración de Costa Rica no tiene validez para nosotros!  Y esperamos que ningún gobierno demócrata de América se ponga bravo porque nosotros le pidamos que reúna al pueblo.
 
Ya que dicen que somos nosotros los que nos estamos apartando de la familia norteamericana, nosotros les estamos diciendo que no, que los que se han apartado de la familia norteamericana, es decir, la familia latinoamericana, para asociarse al imperio yanki explotador son los que fueron allí a Costa Rica, esos sí se están apartando de la familia latinoamericana, ¡nosotros no! Al contrario, nosotros queremos que nuestra familia, los pueblos de América Latina, se reúnan y digan la última palabra, porque esa sí es nuestra familia, ¡los pueblos de América Latina sí son nuestra familia!
 
América Latina es nuestra familia

En la Plaza Cívica (actual Plaza de la Revolución) pronuncia vibrante discurso donde da a conocer la "Primera Declaración de La Habana". Foto: Raúl Corrales

Pero, ¿qué ocurre?, ¿qué hizo el imperio?  Nos quita nuestra cuota azucarera y, entonces, la reparte entre todos esos gobiernos que tenían que condenar la acción.  Es decir que nosotros fuimos el país víctima; el gobierno norteamericano nos quita nuestra cuota y, antes de ir a discutir allí, la reparte entre los jueces.
 
    ¿Qué ha hecho el gobierno de Estados Unidos?  ¡Un acto de soborno!; fue a ofrecerles a los jueces la parte que nos había quitado de nuestra cuota.  Pero, además, otra cosa:  mientras se está discutiendo en Costa Rica, acuerdan un crédito de 600 millones de dólares para repartir entre los gobiernos, es decir, entre las oligarquías de América Latina.  ¿Cómo es posible que, en medio de una conferencia, un gobierno que se respete a sí mismo y respete a los demás, vaya allí con un crédito de 600 millones de dólares, ofreciéndoselo a los países que están discutiendo?  ¿Cómo puede concebirse que esa sea una política moral?  Es una política inmoral la política del gobierno de Estados Unidos, que le quita a Cuba su cuota y la reparte entre las oligarquías, adopta un crédito de 600 millones de dólares en medio de la conferencia y lo reparte a las oligarquías, pero con eso, con eso podrán comprar a las oligarquías, ¡pero con eso no podrán comprar a los pueblos!; si no, ¡que vayan y les pregunten a los pueblos! Que vayan y les pregunten a los pueblos, para que vean que los pueblos van a hacer igual que nosotros, que les van a decir: “No, no, lo que queremos es que las minas sean de nosotros, y que el petróleo sea de nosotros, y que las industrias sean de nosotros, y que los monopolios se vayan para su casa, que no necesitamos sus dólares.” ¡Eso es lo que les van a decir los pueblos!
 
Porque, ¿qué es lo que quiere el pueblo de Venezuela, que le den dólares? ¡No, lo que quiere es que no le lleven los dólares de allí!, eso es lo que quiere, que no le lleven su petróleo, que no estén agotando sus recursos naturales; lo que quiere el pueblo de Venezuela es que le devuelvan su petróleo, sus minas y sus recursos naturales, para ellos desarrollar sus recursos naturales y progresar; eso es lo que quiere el pueblo de Venezuela. Y eso es lo que quieren los pueblos.
 
Los pueblos saben que ese dinero se queda entre las manos de la oligarquía, de los latifundistas, de los explotadores, de todos los que dirigen allí la política de esos países; los pueblos saben que ellos no reciben nada. Por eso, esa es una diplomacia que se trajina en secreto, en que a los pueblos no les dicen nada, los pueblos son simples espectadores, y no son consultados cuando se toman estas determinaciones.
 
Por eso, nosotros le decimos al imperialismo que lo que vale no es la opinión de la oligarquía, que las oligarquías se pueden vender; pero los pueblos hermanos de América ¡jamás se venderán por ningún oro del imperialismo yanki!
 
Fueron allí a discutir, con la bolsa en una mano y con el garrote en la otra. De más está decirles que aunque no hubieran llevado la bolsa, hubieran obtenido la Declaración de Costa Rica.  ¿Por qué?  Porque llevaban el garrote. Pero, además, aunque no hubieran llevado el garrote, hubieran votado con el imperialismo. ¿Saben por qué? Porque los latifundistas de América no quieren que haya reforma agraria; los monopolios de América no quieren que haya reforma agraria; los explotadores en América Latina no quieren que haya justicia en América Latina.
 
Y entonces ellos, de puro miedo a una revolución que aquí acabó con todos los privilegios, que acabó con los latifundios, que acabó con la explotación, de puro miedo a una revolución como esta, y de puro miedo a que los pueblos se contagien del espíritu revolucionario de Cuba, votan contra Cuba, porque lo que quieren es que sea destruido el ejemplo de la Revolución Cubana.

Miedo a una revolución como esta
 
Pero eso no es lo que piensan los obreros de América Latina; eso no es lo que piensan los campesinos; eso no es lo que piensan los estudiantes; eso no es lo que piensa el pueblo de América Latina. El pueblo de América Latina, aunque le han estado haciendo una campaña contra Cuba, aunque los cables de las agencias yankis están continuamente mintiendo, calumniando y repitiendo todo género de falsedades sobre la Revolución, los pueblos no tragan, ¡los pueblos no tragan las mentiras del imperialismo!
 
Ahora bien, nosotros, ¿qué hemos hecho?  Nosotros fuimos allí a discutir, allí expusimos nuestros puntos de vista, discutimos muy bien.  ¿Qué pasó? Lo que todo el mundo esperaba.  A pesar de las formidables razones, de la extraordinaria fuerza moral de Cuba, aquellos cancilleres, aunque avergonzados muchos de ellos, firmaron la declaración.
 
No todos, porque el canciller Arcaya, de Venezuela, desoyendo, se negó a acatar la directriz gubernamental; porque aunque la delegación de Venezuela firmó, siguiendo instrucciones del gobierno de Venezuela, el canciller Arcaya, representando el sentimiento de ese heroico pueblo de Venezuela, de ese heroico pueblo de Venezuela que hace una semana que está en la calle protestando contra la Declaración de Costa Rica, el canciller Arcaya se negó a firmar él la declaración.
 
Pero hay otro caso, al Canciller que había convocado aquella reunión, evidentemente por instrucciones de su gobierno, porque fue el Canciller de Perú el que convocó la reunión para tratar de la supuesta intromisión extracontinental, fue tal la repugnancia que le produjo el espíritu autoritario del Departamento de Estado norteamericano, fue tal la repugnancia que le produjo la farsa, que también el Canciller de Perú se negó, personalmente, a firmar esa declaración.
 
Y aun, aun cuando el Canciller de México firmó la declaración, apenas llegó a México dijo que de ninguna manera él estaba de acuerdo con la condenación de Cuba; y aunque, desde luego, la declaración era una condenación de Cuba, él, personalmente, dijo que no era su intención condenar a la Revolución Cubana.
 
    Es decir que fue tal la fuerza moral de Cuba, fue tal el prestigio de nuestra Revolución, que varios cancilleres se negaron a firmar la declaración, y algunos de los que la firmaron hicieron declaraciones expresando su punto de vista favorable a Cuba.
 
Claro está que eso no decide el contenido de la declaración; el contenido de la declaración es contra Cuba. Pero claro, pasaron cosas tan extraordinarias en esa conferencia que, según nos informa el compañero Olivares, la delegación de Argentina presentó un proyecto en inglés, en inglés presentó un proyecto allí. Después explicaron, después explicaron que fue un error, pero fíjense qué errores: un país, una delegación de habla española, presentando un proyecto en inglés.
 
    ¿Eso fue una victoria del imperialismo?  No, lo que fue una victoria pero pírrica del imperialismo. Las victorias pírricas son esas en que se pierde más de lo que se gana. Vamos a ver ahora qué van a decir de esta asamblea democrática, y cómo van a atreverse ahora a decir que el pueblo esté obligado a acatar una resolución que no es democrática; se les va a acabar el cuentecito de la democracia. Hasta aquí han podido estar hablando del cuentecito de la democracia en Estados Unidos, porque desde aquí, desde aquí, desde ahora en adelante, los que hablamos de democracia somos nosotros que reunimos al pueblo y discutimos con el pueblo los problemas.
 
Y los que tengan que andar con leyes de excepción, leyes represivas, persiguiendo allí con las fuerzas represivas en la calle al pueblo, encarcelando a los ciudadanos, que no hablen de democracia; el que no pueda reunir al pueblo y consultar al pueblo, y contar con el pueblo para que el pueblo decida sobre los destinos del país, que no venga con el cuentecito de la democracia, ¡que ese cuento está muy viejo!
 
Y ahora, vamos a discutir, vamos a decidir, el pueblo de Cuba va a decidir, en esta asamblea general nacional del pueblo, sobre la Declaración de Costa Rica y, además, tenemos que formular nuestra declaración nosotros. Conforme ellos hicieron la suya, nosotros tenemos que hacer la nuestra de aquí, la Declaración de La Habana.
 
Primera Declaración de La Habana

En el acto celebrado en la Plaza de la Revolución, durante la Primera Declaracíon de La Habana.
Foto: Prensa Latina

Casi todos los artículos de la declaración están contra Cuba, pero vamos a leer los tres más importantes, son los que importan.  Y después vamos a decidir si aceptamos o rechazamos —todavía no— la declaración. Nosotros fuimos a Costa Rica, no firmamos, y venimos aquí. Ahora le vamos a someter al pueblo de Cuba la declaración.
 
Esa declaración dice en el Artículo Primero:  “Condena enérgicamente la intervención o amenaza de intervención, aun cuando sea condicionada” —fíjense a donde llegamos, aun cuando sea condicionada— “de una potencia extracontinental en los asuntos de las repúblicas americanas, y declara que la aceptación de una amenaza de intervención extracontinental por parte de un estado norteamericano, pone en peligro la solidaridad y seguridad norteamericanas, lo que obliga a la Organización de Estados Americanos a desaprobarla y a rechazarla con igual energía”.  ¿Qué energía, la energía de la camarilla o la energía del pueblo? Porque la energía del pueblo, que yo sepa, la energía del pueblo se está invirtiendo en actos de protesta en las calles de las capitales de las naciones norteamericanas.
 
    Así que esto nos obliga a plantearle al pueblo, reunido en asamblea general, la primera cuestión:  si en caso de ser invadida nuestra isla militarmente por fuerzas imperialistas, ¿acepta o no acepta la ayuda de la Unión Soviética?
 
    (El pueblo exclama: “¡Sí! “¡Fidel, Fidel!” “¡Cuba sí, yankis no!”  “¡Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él!”, “¡Pin, pon, fuera, abajo Caimanera!”)
 
Primera votación y primera respuesta del pueblo de Cuba reunido en asamblea general nacional.  Primera respuesta a los cancilleres de Costa Rica:  Que el pueblo de Cuba, reunido en asamblea general nacional, declara, que si la isla de Cuba es invadida por fuerzas militares imperialistas, Cuba acepta la ayuda de la Unión Soviética.
 
Es bueno, es bueno que nosotros, además, les hagamos una pregunta a los cancilleres que condenaban enérgicamente la amenaza de intervención, aun cuando sea condicionada de una potencia extracontinental. Es decir que ellos declaran que si a nosotros la Unión Soviética nos brinda su apoyo militar en caso de que seamos invadidos por Estados Unidos, que ellos condenan el ofrecimiento de ayuda y la aceptación de la ayuda, ¡qué bonito!
 
Nosotros queremos hacerles otra pregunta a los cancilleres de Costa Rica: ¿Con qué cuentan los gobiernos de América Latina para defender a Cuba si Cuba es invadida por fuerzas militares imperialistas, como fue invadido ya una vez México, dos veces, varias veces Nicaragua, como fue invadida Haití y como fue invadida Costa Rica?  ¿Con qué cuentan los gobiernos de América Latina, con qué efectivos militares para defender a Cuba?
 
En primer lugar, que no los tienen y, en segundo lugar, que si los tuvieran no podíamos contar tampoco con ellos. Es decir que lo que pretendían era que nosotros rechazáramos esa ayuda, la ayuda en caso de agresión. ¿Para qué? Para que nosotros tuviéramos que estar dependiendo, exclusivamente de ellos, que con toda seguridad nos iban a dejar en la encrucijada.  Por eso, la respuesta inteligente, la respuesta correcta, la respuesta revolucionaria y la respuesta valiente, es la respuesta que el pueblo de Cuba les envía a los cancilleres que se reunieron en Costa Rica. Así que sobre ese punto ya ellos saben a qué deben atenerse.
 
    Hay otro punto que dice:  “...rechaza, asimismo, la pretensión de las potencias chino-soviéticas de utilizar la situación política, económica o social de cualquier estado norteamericano...”  —claro, no mencionan a Cuba, pero se refieren a Cuba— “por cuanto dicha pretensión es susceptible de quebrantar la unidad continental, y de poner en peligro la paz y la seguridad del hemisferio”.
 
Ahora vamos a hacer una pregunta: ¿Considera el pueblo que la Unión Soviética o la República Popular China tengan la culpa de esta Revolución que hemos hecho nosotros aquí? ¿Quién tiene la culpa de esta Revolución? ¿Quién tiene la culpa de que los cubanos hayamos tenido que hacer esta Revolución? ¿Quién tiene la culpa: la Unión Soviética, la República Popular China o el imperialismo yanki?  
 
    Es decir, el único culpable de que esta Revolución esté teniendo lugar en Cuba es el imperialismo yanki, y, por tanto, el pueblo de Cuba rechaza esa acusación de que la Unión Soviética o la República Popular China estén tratando de utilizar la situación política, económica y social de un estado americano, para quebrantar la unidad continental, y poner en peligro la paz y la seguridad del hemisferio.  ¿Quiénes están poniendo en peligro la unidad continental? ¿Quiénes son los que reunieron allí a un grupo de cancilleres latinos para hacer una declaración contra un pueblo latino?  Los yankis. Luego, nuestra respuesta a ese segundo punto, es que los únicos que han agredido a los pueblos de América Latina, los únicos que han quebrantado la unión de los pueblos de América Latina, y los únicos culpables del estado revolucionario que está teniendo lugar en Cuba, y tendrá lugar en América Latina, es el imperialismo yanki.
 
¿Quiénes están poniendo en peligro la unidad continental?
 
Y para terminar de probarlo, baste un ejemplo.  Aquí, por ejemplo, tenemos un tratado que fue firmado, el 7 de marzo de 1952, por el entonces ministro de Estado, señor Aureliano Sánchez Arango, con el Embajador norteamericano. Este tratado se llamó... Se llamaba, llamó o llamaba, es lo mismo, Convenio Bilateral de Ayuda Militar entre Cuba y Estados Unidos de América. Este es el trato entre el tiburón y la sardina, por supuesto.
 
Y, es interesante, por ejemplo, el punto dos del artículo uno. Yo sé que el pueblo de estas cosas de tratado no entiende mucho, porque al pueblo no le dijeron ni una palabra sobre eso. Y esta era la política del imperialismo: obligaba a cada uno de los gobiernos a suscribir un trato de tiburón a sardina con él; un pacto militar, ¡calculen qué clase de pactos serían esos!, entre Estados Unidos y los países de América Latina, pacto bilateral para ir atando, por una serie de compromisos, a todos los pueblos de América Latina.
 
Y en el punto dos dice: “El gobierno de la República de Cuba se compromete a hacer uso eficaz de la ayuda que reciba del gobierno de Estados Unidos de América, de conformidad con el presente convenio, con objeto de llevar a efecto los planes de defensa aceptados por ambos gobiernos, conforme a los cuales los dos gobiernos tomarán parte en misiones importantes para la defensa del hemisferio occidental, y a menos que previamente...”  —atiendan bien lo que dice el tratado.
 
    Dice:  “...y a menos que previamente se obtenga la anuencia del gobierno de Estados Unidos de América...”  —a menos que previamente se obtenga la anuencia del gobierno de Estados Unidos de América— “...no dedicarán esa ayuda a otros fines que no sean aquellos para los cuales se prestó”.  Es decir que si nosotros somos testigos de que los aviones que les prestaron, los tanques que les prestaron, las bombas que les prestaron y las armas que les prestaron, sirvieron para asesinar campesinos, para bombardear campesinos en la Sierra Maestra, y para asesinar a miles de cubanos, es decir, para oprimir al pueblo y para hacer una guerra despiadada contra el pueblo, este tratado dice que “a menos que previamente se obtenga la anuencia del gobierno de Estados Unidos de América, no dedicarán esa ayuda a otros fines que no sea aquellos para los cuales se prestó”.  ¿Qué quiere decir?  Que el gobierno de Estados Unidos de América dio autorización para que utilizaran esos cañones, esas bombas y esos aviones contra el pueblo de Cuba.
 
Contra el pueblo de Cuba

Discurso en la magna Asamblea Popular celebrada por el pueblo de Cuba en la Plaza de la República, donde fue aprobada la Primera Declaración de La Habana.
Foto: Perfecto Romero

Este es un tratado que, aunque parezca absurdo...  Desde luego, ya la misión militar había sido despedida hacía mucho tiempo, pero este tratado estaba todavía vigente.  Vamos a someterlo también a la consideración del pueblo, y vamos hoy a someter a la consideración del pueblo si debe mantenerse o debe anularse este tratado militar.  Es decir, los que estén de acuerdo con que debe anularse este tratado militar ahora mismo, que levanten la mano.
 
    Es decir que por voluntad soberana del pueblo de Cuba, queda anulado este tratado militar entre Cuba y Estados Unidos, que tanta sangre costó.  No, no vamos a quemarlo; vamos a guardarlo para la historia, así roto como está.
 
Mañana, el Ministerio de Estado, el Ministerio de Relaciones Exteriores, que es como se llama en el Gobierno Revolucionario, comunicará al gobierno de Estados Unidos que el pueblo de Cuba, por voluntad absolutamente soberana y libre, reunido en asamblea general nacional, ha anulado ese, ya caduco por los hechos y por el sentimiento, convenio militar.
 
Un momento, un momento, que en el orden del día de esta asamblea, no está todavía el problema de Caimanera.  Habrá otras asambleas generales nacionales. Habrá otras asambleas, y es preciso que nosotros sepamos plantear cada cosa en su oportunidad. Y nosotros le proponemos al pueblo que mantenga para el momento oportuno la cuestión del problema de Caimanera, le pedimos al pueblo. Porque nosotros también queremos dar otra explicación; nosotros estamos respondiendo hoy a hechos de tipo internacional, agresiones de tipo internacional.
 
Nosotros hemos sido víctimas de agresiones económicas, y cuando nos quitaron 900 000 toneladas de azúcar, nosotros les advertimos previamente que pagarían, central por central y empresa por empresa, las agresiones que hicieran a nuestra economía. Nos quitaron 900 000, casi un millón de toneladas, y les hemos nacionalizado 36 centrales azucareros, la compañía eléctrica, la compañía de teléfonos y las compañías petroleras.
 
Bien, a ellos les queda una parte todavía aquí, que está ahí en la reserva, para que cuando produzcan nuevas agresiones económicas, entonces nosotros les nacionalizamos las empresas que quedan. Es decir, ¿cuál será la política del Gobierno Revolucionario?
 
Muy sencilla y muy clara, y eso también es necesario que el pueblo lo comprenda y que el pueblo lo apoye. Si continúan las agresiones económicas contra nuestro país, continuaremos nacionalizando las empresas norteamericanas.  Mas, si a pesar de la realidad de que nuestro país y nuestro pueblo está siendo víctima de una serie continuada de agresiones, el imperialismo continúa con sus agresiones contra nuestro país, y se empeña en arruinar económicamente a nuestro país, y se empeña en continuar agrediendo a nuestro país, entonces, reuniremos al pueblo en asamblea general y demandaremos la retirada de las fuerzas navales de Estados Unidos del territorio de Caimanera.
 
Ya todo el mundo sabe cómo se apoderaron de esa parte de nuestra isla; ya todo el mundo sabe en virtud de qué procedimientos; no discutiendo con un país soberanamente libre, sino con un país intervenido y con un país sometido a las cláusulas de la Enmienda Platt. Además, todo el mundo sabe el riesgo que entraña para nuestro país, el que una potencia agresora y guerrerista mantenga una base en nuestro territorio; los riesgos que implica para nuestra población, en caso de una guerra atómica, la presencia de una base militar yanki en territorio cubano.
 
Pero, además, todo el mundo sabe cómo ello, para nosotros, ha sido un motivo de permanente preocupación, y que aquí mismo hemos denunciado, más de una vez, que cualquier cosa que allí ocurra será siempre una autoprovocación, porque nosotros no vamos a incurrir jamás en el error de darles pretextos para que invadan a nuestro país.
 
    Si ellos quieren invadir nuestro país, que lo invadan sin el menor pretexto, sin la menor justificación, que nunca la tendrán y ya saben lo que les espera si invaden a nuestro país.  Pero que nosotros, que conocemos bien los dobleces y las truculencias del Departamento de Estado norteamericano; nosotros, que sabemos bien los procedimientos de que se han valido; nosotros, por eso, hemos advertido al pueblo y hemos advertido al mundo, que nosotros jamás atacaremos la base, porque, al contrario, lo que a nosotros nos corresponde es advertir contra cualquier autoprovocación, porque ellos son capaces, perfectamente capaces, ¿quién lo duda?, de planearse allí una autoprovocación con criminales de guerra, para tener un pretexto, y nosotros, que tenemos la obligación de estar alertas siempre y de advertir al pueblo de todo, y de advertir al mundo de todos los peligros, advertimos que cualquier cosa que ocurra siempre sería una autoprovocación, porque nosotros nunca atacaremos esa base.  Cuando las circunstancias lo demanden, nosotros demandaremos, soberana y democráticamente, como ha ocurrido hoy, la anulación de ese tratado para recobrar nuestro territorio, pero nosotros jamás actuaremos de manera que le vayamos a dar pretextos al imperialismo para ensangrentar a nuestro país.
 
Y como nuestro pueblo es un pueblo inteligente, un pueblo que comprende cómo hay que ir marchando sobre pie firme, y un pueblo que comprende cómo hay que ir llevando adelante esta lucha con la mayor inteligencia, es por eso que el pueblo apoya la línea que el Gobierno Revolucionario sigue sobre estas cuestiones delicadas y espinosas.
 
Ahora viene un punto que todavía faltaba de la declaración, porque aquí está el punto cinco de la declaración que dice:
 
    “Proclama que todos los Estados miembros de la Organización Regional” —oigan bien— “que todos los Estados miembros de la Organización Regional tienen la obligación de someterse a la disciplina del sistema interamericano voluntaria y libremente convenida, y que la más firme garantía de su soberanía y su independencia política proviene de la obediencia a las disposiciones de la Carta de la Organización de los Estados Americanos”.
 
Vean qué clase de garantía:  “que la más firme garantía...  proviene de las disposiciones de la Carta de la Organización de Estados Americanos”, que no han sido capaces de defendernos de las incursiones aéreas, que no han sido capaces de defendernos de los planes de los contrarrevolucionarios que se gestan allí en territorio norteamericano, de las expediciones que se organizan, de los atentados que gesta, prepara y paga el Departamento de Estado yanki, de los atentados terroristas, de las bombas y de cuanto acto de perturbación inspira, prepara y paga el Departamento de Estado yanki.
 
Y que, sin embargo, no han podido defendernos ni de esas agresiones, ni de la hostilidad creciente contra nuestro país, ni de la agresión económica, y declara que “los Estados miembros de la Organización...  tienen la obligación de someterse a la disciplina”.  ¡Muy bien!  Antes de someternos a la disciplina, nosotros planteamos que todos los Estados miembros, reúnan al pueblo y consulten al pueblo sobre todas estas cuestiones de la Organización de Estados Americanos y sobre la Declaración de Costa Rica. Y cuando ellos consulten al pueblo, y cuando el pueblo esté de acuerdo con eso, entonces que vengan a hablar de disciplina.
 
No, nuestro deber nosotros lo entendemos de esta forma: va nuestro Canciller a Costa Rica con la delegación cubana, se celebra la reunión, los cancilleres adoptan la declaración. ¿Qué hace el gobierno de Cuba? El gobierno de Cuba reúne al pueblo y le somete la declaración. Ahora, ningún Estado puede ser obligado a ningún acuerdo de tipo internacional contra la voluntad de su pueblo.  Nosotros hemos sido el primero y el único en someter la cuestión a la consideración del pueblo.  Y eso es lo que hemos hecho, ese es nuestro deber.
 
Nosotros obedecemos lo que diga el pueblo de Cuba, no lo que digan los cancilleres que cumplen órdenes de Washington.  El gobierno de Cuba no está obligado a otra obediencia, ni a otra disciplina, ni a otro acatamiento que las disposiciones que emanen de la voluntad libre y soberana de su pueblo.
 
Todavía quedan algunas cuestiones que nosotros queremos someter a la consideración del pueblo, que el pueblo diga si está de acuerdo con que la política de nuestro país debe ser de amistad y de comercio con todos los pueblos del mundo.
 
Queremos someter a nuestro pueblo otra consideración. Nuestro pueblo ha restablecido relaciones diplomáticas con la Unión Soviética; deseamos preguntarle a nuestro pueblo si está de acuerdo con que nosotros hayamos establecido esas relaciones; si nuestro pueblo está de acuerdo con que nosotros mantengamos relaciones también con los demás países socialistas.
 
Y queda otra cuestión de suma importancia. Como ustedes saben, el imperialismo aprovechó para acusar a la República Popular China de interferir en las cuestiones de América Latina también, cuando lo cierto es que hasta hoy nuestro país no ha tenido relaciones diplomáticas con la República Popular China, sino por el contrario, tradicionalmente venía nuestro país manteniendo relaciones con un gobierno títere, que está allí protegido por los barcos de la Séptima Flota norteamericana.
 
¡Ah!, sin embargo, ningún país de América Latina se ha atrevido a restablecer relaciones, no ya diplomáticas, ni siquiera comerciales, con la República Popular China. Por tanto, el Gobierno Revolucionario de Cuba desea someter a la consideración del pueblo de Cuba si está de acuerdo con que el pueblo de Cuba, en esta asamblea soberana y libre, acuerde establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China.
 
Por tanto, desde este momento cesan nuestras relaciones diplomáticas con el régimen títere de Chiang Kai Shek, y que si la República Popular China desea ayudarnos también en caso de que Cuba sea agredida por fuerzas militares del imperialismo, Cuba acepta la ayuda de la República Popular China.
 
    Esto quiere decir que nosotros sí somos un país libre en América, que nosotros decidimos nuestra política nacional y nuestra política internacional de una manera democrática y de una manera soberana. Democrática, es decir, con el pueblo; soberana, es decir, sin sujeción a los dictados de ninguna potencia extranjera.
 
Esto quiere decir que nuestro pueblo no le pide permiso a nadie cuando va a adoptar una determinación. Eso quiere decir pueblo libre; eso quiere decir pueblo soberano. Los que no se podrán llamar pueblos libres y pueblos soberanos son los que tienen que ir a pedirle permiso a Mr. Herter cuando van a dar un paso, los que tienen que pedirle permiso a la embajada yanki cuando van a dar un paso. Este acto de nuestro pueblo en el día de hoy, demuestra que, efectivamente, ¡Cuba es el territorio libre de América!
 
    ¿No querían que en América hubiese revoluciones?  ¡Pues aquí tienen una revolución en América!  ¿No querían que en un país de América se hiciera justicia; que al fin nuestros campesinos tuvieran tierra; que al fin nuestros niños tuvieran escuelas; que al fin nuestras familias tuvieran casas; que al fin el pueblo tuviera trabajo, tuviera playas; tuviera oportunidad lo mismo el hijo del campesino que el del obrero de ir también a las universidades?  ¿No querían que un pueblo fuera feliz?  ¡Pues tendrán un pueblo feliz, aunque no lo quieran!, porque a ese pueblo esa felicidad no se la ha regalado nadie, esa felicidad la está conquistando con mucho sacrificio, y es un pueblo que tiene derecho a la felicidad, porque sabe conquistarla, porque únicamente cuando se cuenta con un espíritu revolucionario como el que tiene el pueblo de Cuba, cuando se cuenta con un pueblo tan maduro políticamente y tan formidable como este, se puede librar una lucha como la que está librando Cuba.  ¡Por algo nuestro pueblo se ha ganado el respeto de todo el mundo, la admiración de todo el mundo, el cariño de los demás pueblos del mundo!, porque comprenden que somos un pueblo pequeño, que hemos tenido que enfrentarnos a obstáculos muy grandes.  Comprenden que éramos un pueblo pequeño sometido aquí a la influencia yanki, sometido a la propaganda yanki, sometido a las películas yankis, sometido a las revistas yankis, a la moda yanki, a la politiquería yanki, a las costumbres yankis, y que aquí todo era yanki.
 
¡Cuba es el territorio libre de América!
 
¡Ah!, cómo van a hablar ahora, cómo van a hablar ahora de intromisión soviética, o cómo van a culpar a la República Popular China, si la única influencia que aquí veíamos todos los días, los únicos libros que aquí veíamos todos los días, las únicas películas que aquí veíamos todos los días, las únicas costumbres y las únicas modas, era todo proveniente de Estados Unidos; es decir que si aquí había un intruso, el intruso era el imperialismo yanki, que trató de destruir nuestro espíritu nacional, que trató de destruir el patriotismo de los cubanos, que trató de destruir nuestra resistencia a la penetración de los intereses extranjeros.
 
Gracias a que hemos tenido un pueblo extraordinariamente virtuoso, gracias a que este pueblo empezó su lucha desde muy temprano, que luchó solo por su independencia hace un siglo, un pueblo que tuvo hombres como Maceo, como Céspedes, como Agramonte, como Calixto García, y un pueblo que tuvo tan extraordinario Apóstol, un hombre de visión tan lejana, un hombre de entraña tan humana, un hombre de elocuencia y de sabiduría tan extraordinarias como José Martí, que forjó la nacionalidad de la patria.
 
y gracias a los hombres que en condiciones muy adversas, a los hombres que en la era republicana libraron una lucha desigual contra la penetración yanki, hombres que arrancan desde Juan Gualberto Gómez y Sanguily, que se opusieron tenazmente a esa penetración, hasta los hombres que en las décadas del 20 y del 30 se inmolaron y cayeron luchando para que sobreviviera la nacionalidad cubana, el espíritu nacional cubano, para que el alma nacional no fuese absorbida por el extranjero poderoso; gracias a esos, a esa obra de generaciones, a esa tradición, nosotros hemos podido cosechar esta madurez y esta conciencia revolucionaria de nuestro pueblo, que admira la América, que admira el mundo; lo admira por su espíritu, lo admira por sus hechos, lo admira por su valor, lo admira por su entusiasmo, porque es un pueblo que cuando se le dice:
 
    “¡Hay que reunirse para contestar a la agresión!, ¡hay que reunirse para demostrarles a los enemigos de Cuba que el pueblo está con la Revolución!, ¡hay que reunirse para demostrar que el pueblo no tiene miedo!, ¡hay que reunirse para que vean que el pueblo está dispuesto a cumplir su promesa de Patria o Muerte!”, este pueblo se reúne en un número tan extraordinario, llena una plaza tan vasta como esta y ofrece un espectáculo como el que nuestros ojos no se habían imaginado nunca.
 
¡Ah!  Eso es lo que explica la admiración de nuestros visitantes, porque ¡no hay espectáculo más impresionante y más formidable que un pueblo cuando tiene vida, que un pueblo cuando tiene conciencia, que un pueblo cuando tiene alma, que un pueblo cuando tiene moral, cuando tiene razón, cuando tiene espíritu de lucha, cuando es valiente, cuando es capaz de sentir un ideal y por ese ideal sacrificar todos los intereses individuales!
 
Porque cuando un pueblo llega a ese grado de conciencia revolucionaria, los individuos se funden en el alma del pueblo y entonces individualmente cada uno de nosotros no importa, hay algo que no muere ni puede morir nunca, ¡ese es el pueblo!  Los hombres individualmente pueden desaparecer, pero los pueblos perduran. Y este pueblo nuestro, este pueblo revolucionario, esta multitud, este pueblo que desfila, este pueblo que se agrupa, este pueblo que trabaja, este pueblo que se prepara, este pueblo que se educa, es algo que tiene vida eterna, algo que tiene vida inmortal, algo en lo cual la obra de cada uno de nosotros, el granito de arena de cada uno de nosotros, se continuará a lo largo de la historia, porque los que vengan detrás seguirán la tradición de su pueblo, como nosotros hemos seguido la tradición de los que empezaron a luchar por la nación cubana hace un siglo; los que vengan detrás seguirán la tradición nuestra y tendrán los ejemplos nuestros, como nosotros hemos tenido los ejemplos de los que vinieron primero que nosotros.
 
    Por eso el pueblo dice: ¡Patria o Muerte! ¿Qué quiere decir ¡Patria o Muerte!? Quiere decir que a cualquiera de nosotros no le importa morir con tal de que su pueblo viva, de que su patria viva; que a ninguno de nosotros nos importa entregarle nuestra vida a la patria, para que la patria siga viviendo.
 
    Y, ¿por qué el pueblo dice ¡Venceremos!?  El pueblo dice ¡Venceremos!, porque aun cuando muchos de nosotros podamos caer, porque aunque individualmente muchos compatriotas si la patria lo exige den su vida en sacrificio, ello quiere decir que no la dan en balde, la dan ¡para que la patria triunfe!  Y por eso cada uno de nosotros dice:  ¡Patria o Muerte!  Y el pueblo dice:  ¡Venceremos!, la patria dice:  ¡Venceremos!
 
Y no nos queda ninguna duda de que la patria vencerá. No nos queda ninguna duda, porque sabemos el terreno que estamos pisando, porque, además, no es la batalla de un grupo de hombres, es la batalla de un pueblo entero y nunca un pueblo entero ha perdido ninguna batalla; ¡es una batalla con razón, una batalla por la justicia, una batalla por el bien de nuestros compatriotas, una batalla por el bien de nuestros semejantes, una batalla por el bien del hombre, una batalla por el bien de la humanidad, y nunca un pueblo entero que ha luchado por tan noble causa ha perdido la batalla!  Pero, además, porque Cuba no está sola.
 
Estaría sola si no defendiera una causa justa, estaría sola si no estuviera luchando por el bien de la humanidad.  Mas, los que se quedarán solos son los que luchan contra el progreso de la humanidad, son los que luchan contra el bien del hombre; esos se quedarán cada vez más solos, mientras estaremos cada día más acompañados los que estamos luchando por el bien del hombre y por el bien de la humanidad.
 
Nuestra patria pequeña representa hoy intereses que se salen de nuestras fronteras. ¡A nuestra patria pequeña le ha tocado el destino de ser el faro que ilumine a los millones y millones de hombres y mujeres igual que nosotros, que en la América sufren hoy lo mismo que nosotros sufríamos ayer!  ¡Nos ha tocado ese destino glorioso y nosotros seremos una luz que no se apagará nunca, una luz que será cada día más brillante y cuyos reflejos llegarán cada día más lejos sobre las tierras de la América hermana!
 
Y eso lo sabe nuestro pueblo, por eso responde tan formidablemente, por eso actúa tan digna y heroicamente.
 
Permítasenos a nosotros, los que tenemos la responsabilidad del Gobierno Revolucionario, permítaseme a mí y a mis compañeros expresar aquí, permítasenos satisfacer la necesidad de expresar todo el orgullo que sentimos por nuestro pueblo, toda la satisfacción que sentimos por nuestro pueblo, la alegría infinita que sentimos por los éxitos de nuestro pueblo.
 
Permítasenos expresarles el aliento que sentimos nosotros en nuestro trabajo, el entusiasmo que sentimos nosotros en nuestra lucha, cómo se acrecienta nuestro fervor por esta causa y cómo sentimos que nuestras fuerzas y nuestras energías se multiplican para seguir trabajando por el pueblo, para seguir batallando hasta con los últimos residuos de la injusticia, con los últimos residuos de la pobreza; seguir trabajando para hacerle el bien a nuestro pueblo; seguir trabajando para hacer feliz a nuestro pueblo; seguir luchando por superarnos, por cumplir nuestros deberes cada día con más eficiencia; para actuar cada día con más acierto.  Y cómo nosotros, en instantes como estos, nos prometemos a nosotros mismos que aun los errores más pequeños hay que eliminarlos; cómo nos prometemos que aun aquellas cosas que no se hayan hecho enteramente bien o perfectamente bien, o con absoluto acierto, porque, ¿quién mejor que nosotros sabemos que los hombres yerran, que los hombres cometen errores, y que las revoluciones, por justas, por nobles y por buenas que sean, aun, hasta cometen a veces injusticias, debido a que son hombres los que actúan, son hombres los que resuelven, y son hombres los que deciden?
 
Cómo, en momentos como estos, ante un pueblo tan formidable como este, nosotros sentimos que también nos crecemos y nos sentimos todavía con más fuerza, con más amor a esta causa, si cabe más amor, y con más disposición a hacer los sacrificios que sean necesarios porque posiblemente, ¡pocas veces en la historia ningún grupo de hombres gobernantes se ha visto tan correspondido por el pueblo como se han visto los hombres del Gobierno Revolucionario cubano!
 
Y, para concluir esta asamblea, todavía queda algo:  vamos a someter a la consideración del pueblo una declaración, contentiva de los puntos de vista del pueblo de Cuba, que hemos estado discutiendo.  Es como una respuesta a la Declaración de Costa Rica, para contraponer a la declaración de los cancilleres la declaración de los pueblos, ¡la declaración que se llamará en la historia de América la Declaración de La Habana!
 
Esta declaración, una vez sometida a la consideración del pueblo de Cuba, les pediremos a todas las organizaciones revolucionarias de América, a todos los sindicatos obreros, a las organizaciones estudiantiles, intelectuales, artísticas y a cuanto hombre revolucionario haya en América, que la apoyen.
 
Tiene el prestigio de una declaración que la suscribe un pueblo entero, tiene el prestigio del aporte democrático de nuestro pueblo, porque lo que hay que resaltar, y habremos de resaltar siempre, es que ¡esta Revolución llegó al poder por la voluntad del pueblo, gobierna para el pueblo y se sostiene en el poder únicamente por el respaldo del pueblo!; que hay Gobierno Revolucionario porque hay un pueblo revolucionario que lo respalda; y los gobiernos se mantienen en el poder, o por la fuerza, o por el apoyo del pueblo.  Se mantienen en el poder por la fuerza las oligarquías militares y las oligarquías políticas, que representan los intereses más reaccionarios de cada país, que representan la explotación de sus obreros y sus campesinos, que representan la explotación de sus pueblos, y por la conjunción de la fuerza, del dinero y de la mentira, se mantienen en el poder.
 
Y a pesar de los ataques, a pesar de las agresiones, a pesar de las campañas de calumnias en que ha invertido todo su poderío propagandístico el imperio poderoso del norte, a pesar de sus agresiones económicas, a pesar de sus maniobras diplomáticas internacionales, la Revolución se mantiene en el poder. ¿Por qué?  ¡Por el pueblo!, ¡y se mantendrá en el poder mientras tenga al pueblo!; y tendrá al pueblo, ¡mientras luche y trabaje para el pueblo!
 
    Con ese prestigio y con ese respaldo va esta declaración.
 
Declaración de La Habana

Rompiendo documento del convenio bilateral Cuba-Estados Unidos en la Plaza de la Revolución. Foto: Archivo del Minrex

    “Junto a la imagen y el recuerdo de José Martí, en Cuba, Territorio Libre de América, el pueblo, en uso de las potestades inalienables que dimanan del efectivo ejercicio de la soberanía, expresada en el sufragio directo, universal y público, se ha constituido en Asamblea General Nacional.
 
    “En nombre propio, y recogiendo el sentir de los pueblos de nuestra América, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba,
 
    “PRIMERO:  Condena en todos sus términos la denominada Declaración de San José de Costa Rica, documento dictado por el Imperialismo Norteamericano, y atentatorio a la autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del Continente.
 
    “SEGUNDO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba condena enérgicamente la intervención abierta y criminal que durante más de un siglo ha ejercido el Imperialismo Norteamericano sobre todos los pueblos de América Latina; pueblos que más de una vez han visto invadido su suelo en México, Nicaragua, Haití, Santo Domingo o Cuba; que han perdido ante la voracidad de los imperialistas yankis extensas y ricas zonas, como Tejas, centros estratégicos vitales, como el Canal de Panamá, países enteros, como Puerto Rico, convertido en territorio de ocupación; que han sufrido, además, el trato vejaminoso de los infantes de marina, lo mismo contra nuestras mujeres e hijas que contra los símbolos más altos de la historia patria, como la efigie de José Martí.”
 
    Esa intervención, afianzada en la superioridad militar, en tratados desiguales y en la sumisión miserable de gobernantes traidores, ha convertido, a lo largo de más de cien años, a nuestra América, la América que Bolívar, Hidalgo, Juárez, San Martín, O’Higgins, Sucre, Tiradentes y Martí, quisieron libre, en zona de explotación, en traspatio del imperio  financiero y político yanki, en reserva de votos para los organismos internacionales, en los cuales los países latinoamericanos hemos figurado como arrias del “Norte revuelto y brutal que nos desprecia”.
 
    “La Asamblea General Nacional del Pueblo declara que la aceptación por parte de gobiernos que asumen oficialmente la representación de los países de América Latina de esa intervención continuada e históricamente irrefutable, traiciona los ideales independentistas de sus pueblos, borra su soberanía e impide la verdadera solidaridad entre nuestros países; lo que obliga a esta Asamblea a repudiarla, a nombre del pueblo de Cuba, y con voz que recoge la esperanza y la decisión de los pueblos latinoamericanos y el acento liberador de los próceres inmortales de nuestra América.
 
    “TERCERO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo rechaza asimismo el intento de preservar la Doctrina de Monroe, utilizada hasta ahora, como lo previera José Martí, ‘para extender el dominio en América de los imperialistas voraces, para inyectar mejor el veneno también denunciado a tiempo por José Martí, ‘el veneno de los empréstitos de los canales, de los ferrocarriles...’
 
    “Por ello, frente al hipócrita panamericanismo que es solo predominio de los monopolios yankis sobre los intereses de nuestros pueblos y manejo yanki de gobiernos posternados ante Washington, la Asamblea del Pueblo de Cuba proclama el latinoamericanismo liberador que late en José Martí y en Benito Juárez.  Y, al extender la amistad hacia el pueblo norteamericano —el pueblo de los negros linchados, de los intelectuales perseguidos, de los obreros forzados a aceptar la dirección de gangsters—, reafirma la voluntad de marchar ‘con todo el mundo y no con una parte de él’.
 
    “CUARTO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo declara, que la ayuda espontáneamente ofrecida por la Unión Soviética a Cuba en caso de que nuestro país fuera atacado por fuerzas militares imperialistas, no podrá ser considerada jamás como un acto de intromisión, sino que constituye un evidente acto de solidaridad, y que esa ayuda, brindada a Cuba ante un inminente ataque del Pentágono yanki, honra tanto al Gobierno de la Unión Soviética que la ofrece, como deshonran al Gobierno de los Estados Unidos, sus cobardes y criminales agresiones contra Cuba.
 
    “POR TANTO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo declara ante América y el mundo, que acepta y agradece el apoyo de los cohetes de la Unión Soviética, si su territorio fuere invadido por fuerzas militares de los Estados Unidos.
 
    “QUINTO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, niega categóricamente que haya existido pretensión alguna por parte de la Unión Soviética y la República Popular China de ‘utilizar la posición económica, política y social de Cuba, para quebrantar la unidad continental y poner en peligro la unidad del hemisferio’.
 
    “Desde el primero hasta el último disparo, desde el primero hasta el último de los 20 000 mártires que costó la lucha para derrocar la tiranía y conquistar el poder revolucionario, desde la primera hasta la última ley revolucionaria, desde el primero hasta el último acto de la Revolución, el pueblo de Cuba ha actuado por libre y absoluta determinación propia, sin que, por tanto, se pueda culpar jamás a la Unión Soviética o a la República Popular China de la existencia de una revolución, que es la respuesta cabal de Cuba a los crímenes y las injusticias instaurados por el imperialismo en América.
 
    “Por el contrario, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba entiende que la política de aislamiento y hostilidad hacia la Unión Soviética y la República Popular China, preconizada por el Gobierno de los Estados Unidos e impuesta por este a los gobiernos de la América Latina, y la conducta guerrerista y agresiva del Gobierno norteamericano, y su negativa sistemática al ingreso de la República Popular China en las Naciones Unidas pese a representar aquella la casi totalidad de un país de más de 600 millones de habitantes, si ponen en peligro la paz y la seguridad del hemisferio y del mundo.
 
    “POR TANTO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba ratifica su política de amistad con todos los pueblos del mundo, reafirma su propósito de establecer relaciones diplomáticas también con todos los países socialistas, y desde este instante, en uso de su soberanía y libre voluntad, expresa al Gobierno de la República Popular China, que acuerda establecer relaciones diplomáticas entre ambos países y que, por tanto, quedan rescindidas las relaciones que hasta hoy Cuba había mantenido con el régimen títere que sostienen en Formosa los barcos de la Séptima Flota yanki.
 
    “SEXTO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo reafirma —y está segura de hacerla como expresión de un criterio común a los pueblos de América Latina—, que la democracia no es compatible con la oligarquía financiera, con la existencia de la discriminación del negro y los desmanes del Ku-Klux-Klan, con la persecución que privó de sus cargos a científicos como Oppenhimer; que impidió durante años que el mundo escuchara la voz maravillosa de Paul Robeson, preso en su propio país, y que llevó a la muerte, ante la protesta y el espanto del mundo entero, y pese a la apelación de gobernantes de diversos países y del Papa Pío XII, a los esposos Rosenberg.
 
    “La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, expresa la convicción cubana de que la democracia no puede consistir sólo en el ejercicio de un voto electoral, que casi siempre es ficticio y está manejado por latifundistas y políticos profesionales, sino en el derecho de los ciudadanos a decidir, como ahora lo hace esta Asamblea General del Pueblo de Cuba, sus propios destinos.  La democracia, además, sólo existirá en América cuando los pueblos sean realmente libres para escoger, cuando los humildes no estén reducidos —por el hambre, la desigualdad social, el analfabetismo y los sistemas jurídicos—, a la más ominosa impotencia.
 
    “Por eso la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba: condena el latifundio, fuente de miseria para el campesino y sistema de producción agrícola retrógrado e inhumano; condena los salarios de hambre y la explotación inicua del trabajo humano por bastardos y privilegiados intereses; condena el analfabetismo, la ausencia de maestros, de escuelas, de médicos y de hospitales; la falta de protección a la vejez que impera en los países de América; condena la discriminación del negro y del indio; condena la desigualdad y la explotación de la mujer; condena las oligarquías militares y políticas que mantienen a nuestros pueblos en la miseria, impiden su desarrollo democrático y el pleno ejercicio de su soberanía; condena las concesiones de los recursos naturales de nuestros países a los monopolios extranjeros como política entreguista y traidora al interés de los pueblos; condena a los gobiernos que desoyen el sentimiento de sus pueblos para acatar los mandatos de Washington; condena el engaño sistemático a los pueblos por órganos de divulgación que responden al interés de las oligarquías y a la política del imperialismo opresor; condena el monopolio de las noticias por agencias yankis, instrumentos de los trusts norteamericanos y agentes de Washington; condena las leyes represivas que impiden a los obreros, a los campesinos, a los estudiantes y los intelectuales, a las grandes mayorías de cada país, organizarse y luchar por sus reivindicaciones sociales y patrióticas; condena a los monopolios y empresas imperialistas que saquean continuamente nuestras riquezas, explotan a nuestros obreros y campesinos, desangran y mantienen en retraso nuestras economías, y someten la política de la América Latina a sus designios e intereses.
 
    “La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba condena, en fin, la explotación del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista.  En consecuencia, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, proclama ante América:
 
    “El derecho de los campesinos a la tierra; el derecho del obrero al fruto de su trabajo; el derecho de los niños a la educación; el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; el derecho de los jóvenes al trabajo; el derecho de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica; el derecho de los negros y los indios a la ‘dignidad plena del hombre’; el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el derecho del anciano a una vejez segura; el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor; el derecho de los Estados a la nacionalización de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales; el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el derecho de las naciones a su plena soberanía; el derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, y a armar a sus obreros, a sus campesinos, a sus estudiantes, a sus intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al joven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por sí mismos, sus derechos y sus destinos.
 
    “SEPTIMO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba postula:  El deber de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes, de los intelectuales, de los negros, de los indios, de los jóvenes, de las mujeres, de los ancianos, a luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales; el deber de las naciones oprimidas y explotadas a luchar por su liberación; el deber de cada pueblo a la solidaridad con todos los pueblos oprimidos, colonizados, explotados o agredidos, sea cual fuere el lugar del mundo en que éstos se encuentren y la distancia geográfica que los separe.  ¡Todos los pueblos del mundo son hermanos!
 
    “OCTAVO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba reafirma su fe en que la América Latina marchará pronto, unida y vencedora, libre de las ataduras que convierten sus economías en riqueza enajenada al imperialismo norteamericano y que le impiden hacer oír su verdadera voz en las reuniones donde cancilleres domesticados, hacen de coro infamante al amo despótico.  Ratifica, por ello, su decisión de trabajar por ese común destino latinoamericano que permitirá a nuestros países edificar una solidaridad verdadera, asentada en la libre voluntad de cada uno de ellos y en las aspiraciones conjuntas de todos.  En la lucha por esa América Latina liberada, frente a las voces obedientes de quienes usurpan su representación oficial, surge ahora, con potencia invencible, la voz genuina de los pueblos, voz que se abre paso desde las entrañas de sus minas de carbón y de estaño, desde sus fábricas y centrales azucareros, desde sus tierras enfeudadas, donde rotos, cholos, gauchos, jíbaros, herederos de Zapata y de Sandino, empuñan las armas de su libertad, voz que resuena en sus poetas y en sus novelistas, en sus estudiantes, en sus mujeres y en sus niños, en sus ancianos desvelados.  A esa voz hermana, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba le responde ¡Presente!  Cuba no fallará.  Aquí está hoy Cuba para ratificar, ante América Latina y ante el mundo, como un compromiso histórico, su dilema irrenunciable: Patria o Muerte.
 
    “NOVENO:  La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba.
 
    “Resuelve que esta declaración sea conocida con el nombre de ‘Declaración de La Habana’, Cuba, La Habana, Territorio Libre de América.  Septiembre 2 de 1960.”
 
Sometemos esta Declaración de La Habana a la consideración del pueblo, es decir, que los que apoyan la Declaración, levanten la mano.  
 
    (La multitud levanta la mano. Durante varios minutos exclaman: “¡Ya votamos con Fidel!” y “¡Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él!” y “¡Viva Raúl Roa!”).
 
Y ahora, falta algo. Y con la Declaración de San José, ¿qué hacemos? (Se escuchan exclamaciones de: “¡La rompemos!”) ¡La rompemos! (Fidel la rompe ante la multitud.)
 
Estos acuerdos de la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, que acabamos de efectuar, serán comunicados a todos los pueblos hermanos de América Latina.