Artigos

Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (XIII)

Data: 

30/06/2012

Fonte: 

Diario Granma

La clave que nunca se usó: “Al Director: la cosecha de caña de azúcar marcha con éxito”

Los U-2 no habían vuelto a volar sobre Cuba desde el 29 de agosto, cuando fueron detectados los primeros emplazamientos de cohetes antiaéreos, por temor a que fueran derribados: el recuerdo del caso de Powers, piloto de U-2 derribado sobre la URSS el 1ro. de mayo de 1960, aún estaba fresco. Además, durante la mayor parte del mes de septiembre y principios de octubre reinó el mal tiempo en Cuba, con muchas nubes sobre la Isla, lo que impedía o hacía poco eficiente la toma de fotografías aéreas del territorio; incluso este vuelo, ya aprobado, fue suspendido durante varios días por las condiciones del tiempo.

Una de las cientos de fotografías tomadas por el avión espía U-2. Esta vista corresponde a los emplazamientos en San Cristóbal.El senador Keating presentó el 10 de octubre la acusación de que seis bases de cohetes balísticos de alcance intermedio habían sido construidas en Cuba. Este mismo día un comando de la organización contrarrevolucionaria Alfa 66, radicada con toda libertad en Miami, atacó el poblado de Isabela de Sagua con el resultado de varias personas inocentes muertas y heridas.

Mientras tanto, para esta fecha todas las municiones nucleares habían sido concentradas en las regiones de ubicación de las tropas, guardadas en los depósitos previstos y puestas bajo una protección segura, con lo que culminaba la etapa más compleja y muy peligrosa para la ejecución del aseguramiento técnico-nuclear de la Operación "Anadir": el traslado de las municiones a un territorio distante diez mil kilómetros de sus bases permanentes, el cual se encontraba sometido a la exploración aérea norteamericana y a la actividad de sus agentes clandestinos, prácticamente en estado de guerra.

Las 36 cabezas de combate nucleares de los cohetes R-12, varias decenas de ellas para los cohetes alados tácticos FKR y las seis bombas para los bombarderos ligeros IL-28, fueron guardadas en un polvorín subterráneo que se encontraba no lejos del poblado de Bejucal, unos 20 kilómetros al sur de la ciudad de La Habana. Posteriormente las bombas de aviación fueron trasladadas a un lugar más cercano al aeródromo de San Julián, donde estaban sus posibles usuarios. Las 12 cargas nucleares de los cohetes "Luna" se conservaron en la zona de Managua, mientras que una parte de las cargas destinadas al regimiento de FKR emplazado en la provincia de Oriente, trasladadas también en el "Indiguirka", fueron transportadas por ferrocarril hacia allá por el personal de la base técnica coheteril destinada a aquel regimiento. Esta base se instaló en los cuarteles de una escuela militar en la pequeña ciudad de Mayarí, mientras que las cargas nucleares se ubicaron en unas viejas estructuras de hormigón situadas en la Sierra Cristal.

Comenzó entonces la etapa de mayor importancia en el aseguramiento técnico-nuclear de la Operación "Anadir", su objetivo consistió en la comprobación detallada de las cargas de combate nucleares con la ayuda de los medios de medición especiales, poniéndolas posteriormente en estado de conservación y preparación para su entrega para el empleo combativo si era ordenado por el mando superior. Como la presencia del arma nuclear en Cuba tuvo el objetivo de evitar la realización de las acciones combativas, las misiones planteadas a partir de ese momento fueron las de garantizar la seguridad nuclear, el establecimiento de un riguroso régimen de acceso a las municiones, que excluyera la posibilidad de realización de acciones no sancionadas, así como el enmascaramiento multilateral de los almacenes nucleares para evitar su detección por el enemigo.

Uno de los problemas que hubo que solucionar, en lo relacionado con la conservación de las municiones nucleares en Cuba, fue el referente al clima, pues aquellas requerían una humedad relativa inferior al 50 % y temperaturas no mayores de 20ºC. Sin embargo, en las obras subterráneas en que se mantuvieron las cargas nucleares la temperatura habitualmente no era inferior a los 25ºC y la humedad se mantenía permanentemente por encima del 80 %.

Hubo que emplear sustancias especiales absorbentes de la humedad, las que en combinación con el embalaje hermético garantizaban un bajo nivel de humedad en los contenedores de conservación. No obstante, el peligro principal para las municiones estaba representado por la existencia de temperaturas del medio ambiente superiores a los 20ºC, ya que, teniendo en cuenta el calentamiento natural del material nuclear como consecuencia del proceso espontáneo de división de los núcleos, un gran calentamiento externo podría alterar el ajuste físico del dispositivo nuclear, reduciendo los plazos de garantía para su explotación. Empleando equipos de aire acondicionado y cajas con hielo en los locales de almacenamiento se pudo mantener en ellos una temperatura inferior a los 20º C.

Operadores especialmente asignados controlaban durante las 24 horas las variaciones de la temperatura y la humedad existentes en los depósitos, de modo que se pudieran tomar oportunamente las medidas preventivas que permitieran evitar hechos desagradables. Aquel fue un tiempo de grandes preocupaciones y alarmas en general, y afortunadamente no se produjeron sucesos extraordinarios de ninguna clase con el material nuclear, el cual se mantuvo en Cuba durante dos meses. Las mejores evidencias de que no se produjeron catástrofes de cualquier índole con las municiones nucleares almacenadas, son los saludables habitantes de los alrededores de los puntos de conservación de las mismas y sus descendientes.

En las bases técnicas coheteriles de los regimientos, las cargas nucleares debían conservarse en las obras "20-S", las que no llegaron a terminarse y equiparse a tiempo. En ellas las municiones también debían conservarse por tiempo prolongado, así como el equipamiento tecnológico y los aparejos especiales, se realizarían los trabajos reglamentarios periódicos y su preparación preliminar para el empleo si fuera necesario. En los refugios ubicados directamente en los grupos de combate de los regimientos coheteriles solamente estaba prevista la conservación de las municiones por cortos intervalos de tiempo, desde que la situación requiriera su presencia allí, con el fin de garantizar que el tiempo de lanzamiento fuera el establecido de dos horas y media, a partir del momento en que se recibiera la orden de disparar, después de lo cual se dispondría de dos horas y diez minutos para la preparación final de las cargas, su traslado hasta los cohetes, el montaje en los mismos y su colocación en posición vertical en las rampas de lanzamiento, con lo que quedarían 20 minutos para introducirles las tareas de vuelo hasta los blancos designados y para abastecerlos con el combustible y el oxidante necesarios.

La Directiva No. 1 emitida por Raúl

Como una coincidencia histórica, aquel 10 de octubre de 1962, fecha en que se conmemoraban 94 años del inicio de las guerras de los cubanos contra la dominación colonial española, el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Comandante Raúl Castro Ruz, firmó la Directiva Operativa No. 1 para asegurar el despliegue estratégico de las FAR en caso de producirse una agresión norteamericana, con las intenciones reales de convertir otra vez al país en una colonia o neocolonia, esta vez sojuzgada a la nueva metrópoli: los Estados Unidos.

La Directiva establecía las misiones combativas de los ejércitos, armas y tipos de fuerzas armadas durante el rechazo de los desembarcos navales y aéreos del enemigo, así como los contraataques para aniquilar, en breve plazo, a las fuerzas agresoras que hubieran podido desembarcar. El documento precisaba que las unidades militares ocuparían sus posiciones defensivas en dos variantes: la primera sería si se producía un ataque sorpresivo. En este caso estaba previsto que las tropas permanentes y los alumnos de las escuelas militares, organizados previamente en unidades de combate, ocuparían rápidamente las posiciones en las costas para la defensa de las direcciones principales, con la misión de combatir contra los desembarcos navales y aéreos del enemigo, posibilitando la movilización del país; en la medida en que se movilizaran las unidades de tiempo de guerra, estas sustituirían en la defensa del litoral a las tropas permanentes, las que ocuparían el segundo escalón de la defensa para realizar los contraataques en las direcciones necesarias. La segunda variante era cuando existiera tiempo para la movilización y el despliegue planificado de las tropas; en este caso las unidades de tiempo de guerra ocuparían directamente la defensa en las posiciones del litoral, mientras que las permanentes lo harían en el segundo escalón.

Ese día, además, el director de la CIA mostró al presidente Kennedy fotos de los embalajes que presumiblemente contenían bombarderos ligeros a reacción de dos motores del tipo IL-28, los que estaban en la cubierta de un barco llegado a La Habana recientemente. El Presidente expresó que tendrían que hacer algo drástico con Cuba, y solicitó que le mantuvieran informado.

El 12 de octubre el mando de los aviones U-2 que volaban sobre la Isla fue transferido de la CIA al Estado Mayor Conjunto y al Comando Aéreo Estratégico. Mientras en Cuba, otras dos rampas de lanzamiento del regimiento emplazado en la región central de la Isla estaban listas para el combate y se incorporaban a la guardia combativa. Ya había cuatro rampas listas para hacer fuego cuando se ordenara.

Al día siguiente, respondiendo a preguntas de Chester Boules, del Departamento de Estado, el Embajador Dobrinin negó repetidamente cualquier intención de introducir armamentos ofensivos soviéticos en Cuba. Al mismo tiempo, los aviones U-2 fueron trasladados de la base de la Fuerza Aérea Edwards, en California, a la base McCoy en Orlando, Florida, que se encontraba más cerca de Cuba. Este mismo día, en Moscú, el mariscal Malinovski, ministro de Defensa de la URSS, se entrevistó con el general Anatoli Gribkov, quien saldría al otro día hacia Cuba al frente de un grupo de altos oficiales para ayudar a las tropas y supervisar el cumplimiento de las decisiones del Gobierno soviético. Durante la conversación le planteó lo siguiente al general:

"Tan pronto como todas las unidades de cohetes R-12 y R-14 estén listas para el combate, debe notificármelo personalmente, solo a mí, y a nadie más. Su misión es supervisar el estado de preparación de las tropas para cumplir su misión, pero principalmente debe asegurarse de que los cohetes estén listos para entrar en acción.

"Memorice y repita al compañero Pliev que las órdenes que recibió personalmente de Nikita Jruschov sobre la utilización de los R-12 y R-14 y los cohetes tácticos, deben cumplirse estricta y exactamente. Eso significa que los cohetes solo se pueden lanzar, repito, solo, por la orden personal del Jefe Supremo: Nikita Sergueievich Jruschov(...)

"Si no hay forma de comunicarse con Moscú, Pliev puede utilizar los cohetes tácticos a su discreción en caso de un ataque estadounidense, y si las tropas realmente desembarcan en las costas. No obstante, no debe haber apuro por disparar esos cohetes(...)

"Cuando las unidades coheteriles estén listas, comuníquese conmigo utilizando esta frase preconvenida, cuyo significado verdadero lo conoceremos solamente Usted y yo: ‘Al Director: la cosecha de caña de azúcar marcha con éxito’" (1).

La decisión del Kremlin de enviar a La Habana un equipo militar de inspección de alto nivel era una señal de alarma relacionada con la situación existente en el Caribe. Lo que más preocupaba a la dirección soviética no era tanto el ritmo de nuestros preparativos defensivos en Cuba, sino la belicosidad de los términos empleados en Washington por los miembros del Congreso, de la Administración y por el propio presidente Kennedy.

Este día, en Cuba, una embarcación pirata atacó con ráfagas de ametralladoras a una lancha deportiva en la que viajaban cuatro cubanos; este hecho sucedió cerca de Cayo Blanco, en las proximidades de Cárdenas, al norte de la provincia de Matanzas. Dos de los cubanos que resultaron heridos, fueron secuestrados por los agresores y llevados a Miami.

SORPRENDIDOS IN FRAGANTI

El 14 de octubre de 1962, en el programa "Preguntas y Respuestas" de la ABC, McGeorge Bundy, asistente Especial del Presidente para Asuntos de la Seguridad Nacional, negó cualquier evidencia sólida de la existencia de armamentos ofensivos soviéticos en Cuba. Aunque aún no lo sabía, lo planteado por él era incierto desde hacía varias horas. Ya había una evidencia sólida de la presencia de los cohetes de alcance medio soviéticos en Cuba. La evidencia era tan sólida como pueden serlo las cintas fotográficas utilizadas por un avión de reconocimiento. Ese día era domingo y reinaba el buen tiempo sobre Cuba; resultaba la oportunidad que esperaban los norteamericanos desde hacía cinco días. En las primeras horas de la mañana un U-2 fotografió, en una trayectoria sur-norte, una franja del territorio occidental de la Isla; pero no cualquier franja, sino precisamente la sospechosa, la que pasaba sobre la localidad de San Cristóbal, en la provincia de Pinar del Río. Las 928 fotografías obtenidas sobre territorio cubano durante seis minutos brindarían la primera evidencia segura de la presencia de cohetes de alcance medio en Cuba.

Sobre este hecho el comandante Fidel Castro dijo años después: "Los soviéticos cometieron distintos errores tácticos y militares. Uno de ellos fue instalar los cohetes antiaéreos y no usarlos, dejaron que los aviones de exploración volaran. Se debió haber prohibido terminantemente todo vuelo de exploración y no se hizo. Estaban construyendo instalaciones militares estratégicas y no las protegieron de la exploración aérea. Esa fue una vacilación, una duda, hacer las cosas a medias, y las cosas a medias, en todas las circunstancias, cuestan siempre muy caro". (2)

Y en la Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, celebrada en La Habana en 1992 señaló entre otras cosas: "Porque una pregunta que se puede hacer es ¿por qué estaban los cohetes tierra-aire ahí?, ¿qué hacían?, ¿para qué se ponían cohetes tierra-aire y se permitía que los U-2 volaran?... ¿Qué habría ocurrido si el U-2 no pasa?, si derriban el avión y no retrata(...) Hubo un error político indiscutible y no culpo de eso a los militares... porque indiscutiblemente que ellos tenían órdenes muy estrictas... seguro que también tenían órdenes de no disparar contra los U-2 por cuestiones políticas... hubo concepciones políticas erróneas, cuidados excesivos. Por un lado una audacia indiscutible, una gran audacia de Jruschov..." (3)

Ahora bien, ¿era seguro que los soviéticos podían derribar con sus cohetes al U-2 que tomó las primeras fotos sobre San Cristóbal?

El alcance máximo del complejo SA-75 era de 34 kilómetros, distancia que estaba limitada por el tiempo de vuelo del cohete en que este podía ser dirigido. La cobertura de la zona de San Cristóbal, por ejemplo, donde estaban los dos regimientos de cohetes R-12, era bastante pobre, pues se encontraban casi en el límite de las zonas de destrucción de los grupos de Bahía Honda y Mariel. Ese era, si se quiere, el defecto original de la concepción táctica.

Si el U-2 hubiera volado por la trayectoria de sur a norte, y se hubiera dado la orden de derribarlo, esto podía ser cumplido por el grupo de Bahía Honda después de que fotografiara los emplazamientos de los cohetes de alcance medio, pues la trayectoria del vuelo se adentraba en su zona de destrucción a la altura de 21 kilómetros. La probabilidad de que lo pudiera derribar el grupo del Mariel era prácticamente inexistente.

Ahora bien, si los norteamericanos ya conocían las ubicaciones de esos grupos coheteriles, y sus especialistas debían tener nociones bastante cercanas a la realidad de las posibilidades combativas de los mismos y de las dimensiones de sus zonas de destrucción, pudieron planificar el vuelo siguiendo una trayectoria en la que el U-2 podía fotografiar la zona de San Cristóbal y alejarse sin dificultades, aprovechando el amplio corredor existente entre las zonas de destrucción de los grupos de Bahía Honda, Santa Lucía y La Coloma a la altura de 21 kilómetros, los cuales aunque le hubieran querido tirar docenas de cohetes no hubieran podido derribarlo.

Esta era la realidad de las posibilidades existentes. Es decir, que no había la certeza de poder interrumpir el vuelo aunque se hubiera tenido la voluntad de hacerlo. Es muy probable que en ese caso se hubieran quedado con un palmo de narices.

El lunes 15 de octubre un equipo de interpretación y análisis, perteneciente al Centro Nacional de Inteligencia Fotográfica, identificó en los alrededores de San Cristóbal varios objetos similares a los componentes de los emplazamientos de los cohetes de alcance medio SS-4 (R-12 para los soviéticos), los que, según los norteamericanos, ya habían sido observados en la URSS durante los vuelos de los U-2. En total, por las fotos del primer día se detectaron en la zona tres emplazamientos con cuatro rampas de lanzamiento cada uno.

Años más tarde se supo que el coronel del Ejército soviético Oleg Penkovski, quien espiaba para los estadounidenses desde hacía más de un año, les había entregado un manual balístico soviético muy secreto, con cuya ayuda pudieron concluir que los elementos observados en las fotos correspondían a emplazamientos de cohetes SS-4.

Al mirar las fotos publicadas de las tomadas el día 14, no puede uno dejar de pensar: tanto nadar para ahogarse en la orilla. Con todos los enormes esfuerzos realizados y las medidas de encubrimiento adoptadas, los cohetes habían sido descubiertos cuando faltaba solamente un mes hasta la fecha señalada por Jruschov para revelar su presencia en Cuba. Y hay que decir que si los emplazamientos no se podían ocultar a la fotografía aérea, sí era posible tomar medidas que dificultaran su identificación y no fueron adoptadas. Por ejemplo, si no se podían enmascarar los emplazamientos, estos se debían haber deformado mediante construcciones que se hicieran por fuerzas cubanas en los alrededores, sin guardar ninguna simetría, para que se diluyeran en el fondo del medio ambiente circundante; en Cuba, por aquel entonces, había suficientes equipos y brigadas de construcción de distintos tipos, con capacidad para hacer algo así en los alrededores de todos los emplazamientos. Si se hubiera planteado la necesidad e importancia de aquello, seguramente se hubieran destinado los medios que hicieran falta para lograrlo, pues en el país en aquellos momentos no había cuestión de mayor importancia.

Otra posibilidad: si los asentamientos fotografiados no estuvieron listos hasta unos diez días más tarde ¿qué hacían allí todos aquellos equipos que no eran necesarios entonces?; solo servían para que los fotografiaran y el conjunto pudiera ser identificado con mayor facilidad; me refiero a los erectores, los remolques para cohetes, equipos de abastecimiento y otros medios observados, y surge la pregunta: ¿si allí no hacían falta por el momento, por qué no estaban desconcentrados en otros lugares o guardados en naves de maquinaria agrícola u otros sitios aparentes?

Todavía otra posibilidad: si el campamento de tiendas de campaña era uno de los principales indicios desenmascarantes, ¿qué hacía allí, junto al emplazamiento? Se podían haber preparado en un lugar más distante, tener el personal indispensable para el trabajo y las guardias en el emplazamiento y trasladarlos hasta el campamento en camiones cuando hiciera falta. Esto hubiera constituido una dificultad adicional, una más entre millones, pero era algo insignificante en comparación con todo lo que se había puesto en práctica para mantener el secreto de la Operación "Anadir".

Claro, hay que señalar que todo esto parece evidente ahora, cuarenta años después, cuando ya se sabe cómo se desarrollaron los acontecimientos.

Este día se realizaron dos nuevos vuelos de U-2 sobre la región occidental de la Isla. En horas de la noche Ray Cline, subdirector de Inteligencia de la CIA, llamó por un teléfono no seguro a Roger Hilsman, del Departamento de Estado, y a Bundy, por lo que utilizando un lenguaje críptico les informó que habían sido descubiertos cohetes de alcance medio en Cuba. Hilsman telefoneó a Dean Rusk y Bundy decidió esperar a la mañana para alertar al Presidente. A medianoche fue mostrada al secretario de Defensa, Robert McNamara, la evidencia fotográfica de la presencia de los cohetes en San Cristóbal.

Por aquellos días, en zonas cercanas a la Isla se concentraban importantes fuerzas norteamericanas bajo el pretexto de la realización de varios ejercicios y maniobras militares, como el UNITAS III y el SWEEP CLEAR, pero el propio lunes 15 comenzó el ejercicio PHIBRILEX 62, uno de los más importantes y peligrosos para Cuba. Este se desarrollaría hasta el 30 de octubre con la participación de más de cuarenta buques, 20 mil marinos y 4 000 infantes de marina, e incluía la realización del asalto anfibio de la isla de Vieques, en Puerto Rico, convertida a los fines del ejercicio en la ficticia "República de Vieques", para derrocar al imaginario tirano "Ortsac", que es el apellido de Castro deletreado al revés. No había que hacer un gran esfuerzo para descifrar el objetivo oculto de la maniobra. Cuando este ejercicio militar fue planificado no se tenían pruebas de la existencia de los cohetes de alcance medio en Cuba, pero no se puede olvidar que para la última fase de la Operación "Mangosta" estaba prevista la posibilidad del ataque militar a la Isla, precisamente en el mes de octubre, cuando se pensaba que se produciría la tan ansiada "rebelión popular espontánea". De todos modos, el ejercicio sirvió para encubrir el inicio de la movilización de las tropas necesarias en la nueva situación.

Mientras estas cosas sucedían, en Cuba una embarcación pirata atacaba el poblado de Nueva Gerona, al norte de Isla de Pinos. Por su parte, el coronel Beloborodov, jefe del aseguramiento técnico-nuclear a la Operación "Anadir", al haber concluido las comprobaciones de la técnica que tenía confiada con resultados positivos, informó al ministro de Defensa de la URSS, mariscal Rodion Malinovski, y al jefe de la ATS, general de ejército Pliev, que las municiones nucleares estaban verificadas y listas para ser empleadas en combate si surgía la necesidad.

Así estaban las cosas aquel lunes 15 de octubre de 1962 que algunos llaman el inicio de "El Cronómetro de Armagedón", en referencia a los acontecimientos de los 13 días posteriores. (Continuará)

(*) Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles.

1 Gribkov, Anatoli y Smith, William: Operación ANADIR. Generales estadounidenses y soviéticos... Ob. Cit.
2 Shriver, María: Misiles en el... Ob. Cit.
3 Declaraciones del Comandante Fidel Castro en la Conferencia Tripartita sobre... Ob. Cit.