Discursos e Intervenções

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto de graduación del destacamento pedagógico "Manuel Ascunce Domenech" efectuado en el teatro "Carlos Marx", el 13 de julio de 1979

Data: 

13/07/1979

Compañeros dirigentes de la educación;

Queridos compañeros graduados;

Familiares:

La familia de los graduados de los institutos superiores de educación ha crecido, y por eso este año ha sido necesario efectuar este acto de graduación en el teatro "Carlos Marx".

Se gradúan —si las cifras no están equivocadas— 2 548 como profesores de los institutos superiores, es decir, los del tercer contingente. Y se gradúan, si las cifras son exactas —porque primero se dio una cifra, después otra, y yo creo que el número de títulos que firmé fue otro (RISAS.); en fin, parece que alguien al final no estaba muy seguro de si se graduaba o no—, creo que el número exacto es de 785 como Licenciados en Educación.

Como ven, dos generaciones de profesores. Los del primer contingente, con el doble mérito de haber sido el primero: el primero en graduarse como profesores, y el primero en graduarse como licenciados.

Recordamos perfectamente bien cuando ellos se graduaron, después de cinco años de estudio, hace dos años, y se les pidió a todos un especial esfuerzo para continuar los estudios y obtener el título de licenciados.

En realidad se ha graduado un 83% como licenciados de los que ya se habían graduado como profesores. El número es realmente alto. Si no es mayor se debe, en algunos casos, a dificultades objetivas, que por razones justificadas no pudieron graduarse en esta ocasión; y también hay un número reducido que fue por razones de tipo subjetivo.

De todas formas, para nosotros es una enorme satisfacción la oportunidad de graduar como licenciados a este numeroso grupo, a este alto porcentaje de los alumnos que hace dos años se graduaron como profesores.

En aquella ocasión los graduados del primer contingente eran alrededor de 1 000. Ya en este caso los del tercer contingente son más de 2 500, que hace ya un número superior a los 3 500 el de graduados como profesores, resultado del esfuerzo iniciado hace siete años con la creación del Destacamento Pedagógico "Manuel Ascunce Domenech".

Pienso que los resultados están a la vista.

El gravísimo problema de no contar con suficientes profesores para la extraordinaria explosión de alumnos de nivel medio se pudo resolver única y exclusivamente gracias al Destacamento.

Hace siete años, el número de alumnos en el nivel medio no alcanzaba la cifra de 300 000. Ya en este curso pasó del millón, y en el próximo curso que se inicia en septiembre tendremos alrededor de 1 200 000 estudiantes en el nivel medio. Es decir, casi cuatro veces más que los que había cuando se creó el Destacamento.

No habría sido posible ese avance, no habría sido posible atender, educar, a esa masa enorme de estudiantes sin el esfuerzo del Destacamento.

Hace siete años, el número de alumnos de los institutos superiores de educación no alcanzaba la cifra de 5 000 estudiantes. Teníamos una verdadera crisis entonces; necesitábamos decenas de miles de profesores, y teníamos menos de 5 000 alumnos en los institutos superiores de educación.

Hoy contamos con más de 50 000 alumnos en los institutos superiores de educación.

Al principio fue necesario llamar a estudiantes con 10 grados de estudios. Ahora el Destacamento se constituye con estudiantes graduados de preuniversitario. Ese fue un avance importante.

El Destacamento no solo ha ayudado a nuestra sociedad a resolver este enorme e importantísimo problema, sino que ha sido capaz de extraer de sus propias filas un nuevo destacamento, que es el Destacamento Internacionalista "Che Guevara" (APLAUSOS).

Son realmente logros, avances importantes en todos los terrenos.

A la vez, junto con la formación de los cuadros como profesores, se hizo necesario realizar un enorme esfuerzo de orden material en la construcción de escuelas secundarias, escuelas preuniversitarias, escuelas tecnológicas, en el campo y en las ciudades. No fue posible resolverlas con un solo tipo de escuelas. Ha sido necesario un gran esfuerzo en la edición de libros; ha sido necesario un gran esfuerzo en la dotación de los equipos, de los medios de educación, de los uniformes, de los abastecimientos para esas escuelas, para un número tan grande de alumnos. Y esto, en medio de limitaciones y dificultades de carácter económico.

Paralelamente, se realizó un programa de perfeccionamiento de nuestro sistema de educación, que ya prácticamente en el próximo curso se estará aplicando a casi todos los grados de la enseñanza primaria y secundaria.

Si se medita un poco sobre esto, se podrá tener una idea real de lo que ha significado para un país pobre —digamos—, para un país del llamado Tercer Mundo, para un país subdesarrollado, un esfuerzo en la educación de esta magnitud; que coincidió, además, con una explosión de población, explosión casi atómica, que, a su vez, coincidió con el triunfo de la Revolución. Afortunadamente ya esa no es la situación actual, de modo que no nos veremos obligados en el futuro a un esfuerzo cuantitativo de esta magnitud, como el que ha realizado nuestro país en estos últimos siete años, desde que se creó el Destacamento.

Podríamos afirmar de modo absoluto que ningún otro país del mundo, podemos llamar del área subdesarrollada o de cualquier área, se ha visto en la necesidad de realizar un esfuerzo como el que ha realizado Cuba en ese período en la educación.

Van cambiando las circunstancias de una situación en que no teníamos profesores, no teníamos ni maestros primarios. Porque en ciertos momentos un 70% de los maestros primarios no eran titulados, situación que ya para 1980 se supera definitivamente, con un 100% de los maestros primarios titulados. (SE ESCUCHA EL LLANTO DE UN NIÑO) Ese a lo mejor está protestando, porque dice: "Bueno, si no coincido con la explosión de población, no estaría aquí" (RISAS).

Cambia, repito, nuestra situación con los cuadros. Con todas las escuelas de maestros primarios creadas en estos años, con más de 30 000 estudiantes en las escuelas de maestros primarios, con decenas de miles —decíamos más de 50 000— en los institutos superiores de educación, nuestra disponibilidad de recursos humanos —que son los fundamentales—, de cuadros para la educación, cambia radicalmente la situación que teníamos antes.

Se superan también los maestros primarios. Un contingente numeroso de maestros primarios nos ayudó también en la enseñanza media, cuando se dedicaron a estudiar y a prepararse para convertirse en profesores del nivel medio, y ya hay alrededor de 12 000 maestros primarios estudiando para convertirse también en licenciados de educación primaria.

Nos parece que, si vemos estas perspectivas, nuestro país dispondrá en el futuro de un gran número de cuadros para la educación bien preparados, jóvenes en su inmensa mayoría, y con un caudal de experiencia extraordinario.

Pero si en los años futuros no tendremos necesidad de hacer un esfuerzo cuantitativo como el que hemos tenido que realizar en los últimos 7 ó 10 años, como el que culmina aproximadamente en 1980 ó 1982, en que todavía crece la matrícula en el nivel medio, pero ya crece en proporciones mucho menores; en que ya empieza a disminuir la matrícula en la enseñanza primaria, se requiere en cambio un esfuerzo de otro tipo. Desde luego, tendremos que seguir construyendo escuelas; no al ritmo con que tuvimos que construirlas en estos años. Sí hay que construirlas a un ritmo mayor en el nivel universitario. En estos años se han construido escuelas, no solo secundarias, preuniversitarias urbanas y en el campo; se han podido construir escuelas especializadas, escuelas vocacionales, escuelas de iniciación deportiva, escuelas de profesores de educación física, escuelas de Camilitos, institutos tecnológicos, escuelas tecnológicas, institutos superiores pedagógicos, facultades universitarias. Ya incluso se han comenzado a construir las primeras escuelas vocacionales de arte. Tendremos que construir mucho todavía, en distintas proporciones; repito, mucho en la enseñanza superior, para ir complementando toda la concepción, todo el sistema de educación de nuestro país.

Pero el esfuerzo fundamental —pienso—, en los próximos 10 años, en un futuro inmediato incluso, es un esfuerzo cualitativo y completar nuestro programa de perfeccionamiento del sistema.

Vean ustedes que ya tenemos un sistema, un sistema perfeccionado, que no puede compararse —puesto que es infinitamente superior— con lo que teníamos cuando triunfó la Revolución. Los primeros años, en 1959, los libros eran los viejos libros, no teníamos ni textos. Ese problema lo tienen los países que hacen su revolución, que se encuentran con los viejos textos, que no tienen nada de científicos. Nuestra situación hoy en materia de textos, en materia de sistema, de experiencia acumulada, es muy diferente. Y, repito, ya tenemos todo un programa, que ha avanzado mucho, de perfeccionamiento del sistema de educación; sistema que, a su vez, exige perfeccionarse constantemente.

Digo que nuestro esfuerzo fundamental en los próximos años es de orden cualitativo, cualitativo en todos los sentidos.

Cualitativo en el contenido de la enseñanza y en la calidad de la enseñanza, cualitativo en la organización, cualitativo en la formación de la personalidad y la conciencia de los estudiantes, cualitativo en la disciplina, cualitativo en el cumplimiento de los deberes de los cuadros de la educación, de los directores, de los dirigentes, de los jefes de cátedra, de los profesores y de los trabajadores todos de la educación.

Hemos realizado un enorme esfuerzo; pero no podemos decir que todo marche óptimamente, no podemos decir que todas las escuelas son modelos, no podemos decir que no tengamos problemas. Hay algunas escuelas que sí, que son modelos en casi todo, o en todo, y otras que son modelos a la inversa, en casi todo o en todo. Lo sabemos, porque cuando se dispone de cientos y cientos de escuelas y se comparan las promociones, la disciplina, la asistencia al trabajo productivo, la disciplina, la organización, podemos apreciar fácilmente las diferencias entre un tipo de escuela y otro tipo de escuela, siendo iguales, disponiendo de los mismos recursos materiales.

Suele coincidir, desde luego, que hay una buena escuela cuando hay buenos cuadros en la escuela, un buen director, buenos dirigentes y un buen colectivo de profesores consciente, combativo, exigente. Y qué problema disponer de un buen director para cada una de las miles de escuelas que tenemos, qué problema disponer de un buen director para una secundaria básica en el campo con 600 alumnos; empezando porque las escuelas se hicieron para 500 y la necesidad obligó a elevar el número, a poner una litera por aquí, otra por allá. Pero dirigir una escuela de 600 alumnos —ya no digo una vocacional de 2 500, o una de 4 500—, dirigir una escuela de 600 alumnos internos es ya una tarea muy seria que requiere un esfuerzo excepcional, cuadros excepcionales, profesores excepcionales, trabajadores excepcionales. Y sobre todo cuando hay dificultades, cuando no disponemos de todos los uniformes que desearíamos disponer, que hay que cuidar el uniforme; cuando no disponemos de todos los suministros alimenticios en la cantidad y calidad que desearíamos disponer y hay que procesar bien, adecuadamente, lo que se dispone; cuando no disponemos de todos los libros que desearíamos disponer, de todos los títulos absolutamente y en la fecha exacta, pese a los esfuerzos que hace el país.

Cuál es la capacidad de todas nuestras impresoras, cuánto papel disponemos de ese tipo, si es en blanco y negro la impresión, o es en colores. Y cuando en el cúmulo de problemas que hay que analizar cada año cuando se hace el plan económico y se analizan los recursos, y se ve que son muchas cosas las que se necesitan y que no siempre alcanzan los recursos para todo, a veces nos hemos visto en la necesidad de ver cómo resolvemos el problema de un título porque el título tiene que ser en colores, porque fue diseñado así y porque la calidad de su contenido, su utilidad, depende del uso de los colores. Y, sin embargo, no alcanza la capacidad de impresión, o no se dispone de todo el papel necesario y hay que imprimirlo en el extranjero, pagándolo en divisas convertibles y se nos queda una asignatura, o dos, o 10 sin texto, con todo este programa de perfeccionamiento que exigió libros nuevos. Y entonces hay que tomar la dura decisión, puesto que hay que gastar 600 000, 700 000 dólares y no se tienen, y se decide gastar 300 000 ó 350 000, para que por lo menos haya un libro cada dos alumnos.

A veces hemos tenido que hacer eso, tomar esas decisiones: un libro para cada dos alumnos. Es cuando se comprende la importancia que tiene el hábito de cuidar un libro, de cuidar un uniforme, de cuidar los materiales escolares, de cuidar los equipos, de cuidar los muebles, de cuidar las edificaciones, de cuidarlo todo. Es cuando se comprende, cuando se tiene una idea global de la circunstancia en que nosotros tenemos que realizar, yo diría, este heroico esfuerzo educacional para que no se quede un niño sin escuela, para que no se quede un joven sin posibilidad de estudiar.

Muchas veces ha sido agónico, angustioso el esfuerzo de cada año cuando, a pesar de todas las escuelas, más tantas secundarias de madera, más tantas secundarias urbanas, nos encontrábamos con que, bueno, tal provincia tiene tantos muchachos que no hay modo, se nos quedan 10 000,15 000 de sexto grado sin poder ingresar en el nivel superior; el esfuerzo de cada año habilitando instalaciones, casas, para poder decir aquello de que no se queda ningún joven en ninguna provincia sin poder estudiar.

Hay que comprender esto para entender lo que significa el crear hábito, el crear conciencia, el crear disciplina, el crear respeto para todos los bienes que son del pueblo y que paga el pueblo con su sudor.

A esto se une el hecho de que hay que reparar fábricas, reparar escuelas todos los años, reparar hospitales, reparar viviendas; que si no alcanza el cemento, que si no alcanza la pintura, si no alcanza la madera. Todo esto requiere un esfuerzo de distribución muy riguroso y requiere una atención rigurosa.

Las escuelas actualmente son administradas por los Poderes Populares, y dirigidas metodológicamente por el Ministerio de Educación. Se insiste, se insiste mucho con los compañeros del Partido en cada provincia, con los dirigentes del Partido, con los dirigentes de los Poderes Populares, en la necesidad de planificar y de buscar recursos para los mantenimientos; porque, desde luego, no todas las escuelas tienen la misma calidad constructiva, algunas tuvieron una mejor calidad constructiva que otras; pero aun una escuela con una buena calidad constructiva requiere de mantenimiento; pero a la vez requiere de cuidados. No siempre los alumnos, ni los profesores, ni los directores se preocupan por eso. No todos se preocupan por la disciplina, no todos se preocupan por la organización, no todos se preocupan de igual forma por, la actitud del estudiante, por la calidad de la enseñanza, por el cuidado a la escuela y los materiales de la escuela.

Y hay anécdotas, desde el caso en que la comida está mal preparada y nadie se preocupa por eso, hasta el caso de que un vecino pasa por allí, visita la escuela y se quedó a almorzar en la escuela. O un vecino, como a veces hemos oído anécdotas, que de repente estaba de visita ahí en la escuela, y se acostó a dormir en la escuela. Vaya, en una escuela que esté bien organizada, esas cosas no pueden pasar.

Hay que darse cuenta de la responsabilidad que tienen los educadores, la responsabilidad que tienen en nuestra sociedad, en nuestro sistema social, en nuestra Revolución, en nuestro porvenir, porque son los maestros y profesores los que trabajan con los niños y con los jóvenes.

El éxito de nuestra Revolución, la seguridad de nuestro futuro; el éxito de nuestro socialismo dependerá en gran parte de lo que sean capaces de hacer los educadores (APLAUSOS).

Y nada puede sustituir la conciencia del hombre, ningún mecanismo de orden material de ningún tipo. Y en el capitalismo la disciplina se obtiene mediante la presión más brutal, de todo tipo. En el socialismo lo fundamental tiene que ser la conciencia del hombre y eso es insustituible, cualesquiera que sean los métodos, mecanismos que pueda usar el socialismo.

Desde luego, al ladrón no queda más remedio que llevarlo a los tribunales. No se puede confiar en la conciencia del ladrón para que se porte bien y no robe, y es necesaria la policía, la investigación, las prisiones, todo eso, todo eso, que por cierto no aplicamos correctamente y debidamente. Pero hay que tratar de que no haya ladrones. ¿Por qué hay ladrones? Es una pregunta que tenemos que hacernos. ¿Por qué hay delincuentes?

No soy un especialista en esa materia, pero estoy seguro de que si se analiza concienzudamente las razones por las cuales un individuo cayó en el delito, nos encontraremos ya las deficiencias en su educación, en su formación, las malas influencias que recibió en su vida; la mala influencia que recibió en el seno de la familia, la mala influencia que recibió en el ambiente donde creció, la mala influencia que recibió en el mundo que lo rodeaba. Y el educador tiene que luchar contra todas esas malas influencias; empezando por la influencia de la propia familia que puede ser muy útil, puede ser extraordinariamente positiva, y de hecho nuestro sistema educacional se basa en el respaldo y el apoyo de la familia. Pero muchas veces la influencia puede ser también negativa.

El joven se guía mucho por el ejemplo, y se guía más que nada por el ejemplo que le imparten sus profesores, los dirigentes de las escuelas, los trabajadores de las escuelas. Si se acostumbran a ver indisciplinas, se crean hábitos de indisciplina, desprecio a la disciplina, despreocupación por la disciplina. Si ve que se roba, empieza a adquirir una indiferencia frente a esos problemas de tipo moral. Si ve desorden, empieza a sentir desprecio por el orden.

Y yo creo, he creído siempre, y pienso que lógicamente ustedes también lo creen, en que la educación es el arma más poderosa que tiene el hombre para crear una ética, para crear una conciencia, para crear un sentido del deber, un sentido de la organización, de la disciplina, de la responsabilidad.

Y pienso que en realidad si hay un lugar donde no debe haber cabida para ninguna tolerancia, para ninguna blandenguería es en la escuela. Y siempre hemos sido partidarios de que los maestros tengan toda la autoridad que necesitan, que los profesores tengan toda la autoridad que necesitan, que la sociedad les dé esa autoridad. Pero no basta que la sociedad les dé la autoridad, cada uno de ustedes tiene que sabérsela ganar con su conducta y con su ejemplo. Cada uno de ustedes tiene que ser un militante de la exigencia en las escuelas. Y si el director no es exigente, en las reuniones del colectivo tienen que analizarlo, tienen que señalar, tienen que criticar, tienen que combatir infatigablemente todo lo que esté mal hecho en el centro de educación donde ustedes se encuentren.

Saben ustedes que los jóvenes están precisamente en la edad en que lo mismo son susceptibles a influencias muy positivas, como pueden ser susceptibles a influencias negativas. Saben ustedes y deben saber que no porque llevemos 20 años de revolución la lucha ideológica ha concluido; no porque la Revolución esté sólida la lucha ideológica ha desaparecido, sino todo lo contrario, el imperialismo sabe que este país de hoy no es el país de hace 20 años, que este es un país más sólido, más fuerte, más experimentado. Sabe que la influencia de la Revolución Cubana hoy es incomparablemente mayor que hace 20 años. Y el imperialismo que al principio tal vez subestimó a nuestro pueblo y a nuestra Revolución, hoy no la subestima. Y que mientras exista el socialismo por un lado, el capitalismo y el imperialismo por otro, habrá lucha ideológica, ¡dura!, y de las más sutiles formas.

Y ustedes son los que tienen la misión sagrada, el papel fundamental en la formación de la conciencia y la ética de las futuras generaciones de cubanos (APLAUSOS).

Ustedes han declarado aquí, han jurado, de manera clara y precisa una determinada conducta. ¡Ceñirse de manera estricta a esos juramentos! Nosotros tenemos confianza en ustedes, plena confianza en ustedes, ¡especial confianza en ustedes!, porque supieron responder cuando se hizo el llamado a la formación del Destacamento, supieron cumplir con sus deberes de trabajadores de la educación y de estudiantes, supieron graduarse los que hoy se gradúan de licenciatura después de cinco años de estudios más dos años para alcanzar la licenciatura, supieron responder los compañeros del III Contingente, trabajar, estudiar durante cinco años y graduarse, y estoy seguro de que también la inmensa mayoría continuarán con los estudios superiores. Y que en los próximos años tendremos graduaciones crecientes de licenciados en educación y de profesores con el II y IV Contingentes, con el III y el V, porque hasta el V Contingente se presentará la necesidad de realizar los dos años para alcanzar la licenciatura; después coincidirán graduaciones de los últimos contingentes, con los primeros que ingresaron ya con el título de bachilleres.

Tendremos crecientes graduaciones en los próximos años, y lo que nos interesa es la calidad del trabajo de ustedes —ese trabajo que ustedes se han comprometido a realizar—, el rigor del trabajo de ustedes, la exigencia de cada uno de ustedes, exigencia, repito, ¡exigencia!, porque estamos faltos de suficiente espíritu de exigencia (APLAUSOS), espíritu que requerirá el esfuerzo del Partido, del Estado, de las organizaciones de masas y de todo el pueblo.

Preferible es escuchar alguna queja de que se esta exigiendo mucho, que las quejas que se escuchan de que no se exige nada. Desde luego, surgirán quejas porque cuando la disciplina empieza siempre empieza la anécdota por aquí y por allá, el espíritu contra la exigencia, seguro. Pero cuando se sabe de cosas mal hechas aquí y allá, y que no se combate suficientemente contra eso, hay que ser infatigable, implacable, en la lucha contra las cosas que están mal hechas en todas partes; pero, fundamentalmente, en la educación.

Decíamos que confiábamos en ustedes, pero decimos además que tenemos muchas esperanzas en ustedes y en los maestros primarios, porque sabemos, estamos conscientes del caudal, de la riqueza infinita de tipo humano que tenemos en ustedes, de la experiencia que ustedes han estado acumulando y van a acumular, para que nosotros podamos decir: tenemos los mejores profesores. Pero para que podamos decir también: tenemos los más revolucionarios profesores (APLAUSOS), los más sólidos baluartes de la Revolución, los más conscientes.

Y para llegar a ello tendrán ustedes que impregnarse del espíritu de nuestros obreros, del espíritu proletario, y tener espíritu proletario es luchar sin descanso contra lo que podemos llamar debilidades pequeñoburguesas, defectos pequeñoburgueses, vicios pequeñoburgueses (APLAUSOS), porque solo al espíritu burgués o pequeñoburgués puede no importarle que se destruya un mueble, que se destruya un equipo, que haya una indisciplina, que haya una deficiencia, que haya una debilidad, que haya una tolerancia.

Y luchar contra ese espíritu en el ambiente donde se encuentren y luchar contra sí mismo, si la circunstancia o el ambiente generaran en cualquiera de ustedes, cualquiera de esas manifestaciones pequeñoburguesas.

La disciplina pertenece al espíritu del obrero, del trabajador; la puntualidad, el cumplimiento estricto de todas las obligaciones. Y para poderle exigir a los demás, empezar por cumplirlas cada uno de ustedes mismos. No importan las dificultades, ¡y sabemos que hay dificultades!

En un reciente análisis que hacíamos de algunas dificultades en la provincia de La Habana se veían distintos problemas, lo duro que a veces resultaba en nuestra capital conseguir profesores para los pre y para las secundarias en el campo, cómo incluso se nos hacía más difícil en esa provincia que en otras provincias, cómo se nos agudizaban los problemas, que había desde luego factores de tipo subjetivos sin ignorar la existencia también de elementos objetivos.

Desgraciadamente todavía no hemos podido asegurar en las proximidades de las escuelas las viviendas de todos los profesores, para citar un ejemplo. Desgraciadamente muchas veces el esfuerzo individual que se requiere es muy grande, cuando tienen todos los días que trasladarse desde La Habana al interior, la hora en que tienen que levantarse, la hora en que regresan. ¡Sí, sabemos que tenemos dificultades y estamos rodeados de dificultades! Pero si nos hubiéramos dejado llevar por las dificultades, si nos hubiéramos desalentado, no tendríamos lo que tenemos hoy: ese 1 200 000 alumnos en el nivel medio que vamos a tener en septiembre. No habríamos liquidado el analfabetismo, no tendríamos 50 000 alumnos en los institutos superiores de educación, no tendríamos estas graduaciones, no tendríamos decenas de miles de jóvenes en el Destacamento Pedagógico, no tendríamos el Destacamento Internacionalista.

Lo que hemos logrado lo hemos logrado porque hemos sabido enfrentarnos valientemente a las dificultades, trabajar en medio de dificultades y vencerlas. Dificultades tenemos y vamos a seguirlas teniendo mucho tiempo. No podemos ser ilusos, no podemos ser idealistas. Y le correspondió precisamente a esta generación hacer los mayores esfuerzos. Otras los hicieron en el pasado, en 1868, en 1895, sin haber tenido ni siquiera el placer de ver a esta patria libre, independiente.

Nosotros hemos tenido un privilegio mucho mayor, no solo el disfrute de la plena soberanía de nuestro país, sino el de una Revolución, la oportunidad de crear, de construir nuestro futuro, de moldear y formar nuestra propia vida. Y el hombre es una materia prima extraordinaria. Mal manejada puede producir consecuencias desastrosas; bien elaborada esa materia prima puede producir cosas milagrosas.

De modo que si comparamos nuestros problemas y dificultades de hoy con los problemas y las dificultades de ayer, son infinitamente menores; pero hay dificultades. Y no hay que cerrar los ojos, diciendo que no las hay. Hay que reconocer que las hay, pero en medio de ellas luchar, enfrentarlas, cumplir nuestros objetivos.

¿Qué saldrá de nuestro trabajo? Miren hacia el futuro. Piensen en el futuro. Imagínense ya no una sociedad de analfabetos o semianalfabetos que éramos hace 20 años. Piensen en nuestra sociedad de los próximos 20 años. Y decirles 20 años a ustedes no es decirles mucho, porque van a ser profesores dentro de 20 años, y jóvenes todavía.

Yo los he visto cuando les entregaba el diploma a los más destacados, a muchos de los cuales conocemos, porque el Destacamento incluso ha logrado, entre sus muchos éxitos, llevar al seno de la FEU a muchos compañeros y al Presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (APLAUSOS). Piensen en ese futuro. Miren 20 años adelante y comparen esa imagen que podemos formarnos de un pueblo en que ya parecerá risible que alguna vez hubiera existido el analfabetismo y el semianalfabetismo, con una cultura de preuniversitario para arriba. Esa será la sociedad del futuro. Esa es la sociedad que está en manos de ustedes: profesores y maestros, y será tan valiosa como sean capaces ustedes de realizar un óptimo trabajo (APLAUSOS). Al graduarse hoy eso es lo que les pedimos.

Les damos las gracias por todas sus respuestas: cuando se creó el Destacamento, cuando se mantuvieron en los estudios, cuando fueron capaces de graduarse, cuando son capaces de proseguir los estudios superiores, y dar una respuesta masiva como han dado. Ustedes son, mujeres y hombres, capaces de proponerse algo, y capaces de llegar a la meta, a esta meta y cuantas metas sean necesarias (APLAUSOS).

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)